Sábado a la noche en el Partenón
Pequeños pájaros verdes patinan sobre la superficie de la habitación. Una muchacha desnuda prepara una palangana con agua vaporosa, y en el rincón alejado del hogar, las ruedas rojas de una carroza volcada giran lentamente. Luego de un largo momento, la puerta al otro mundo se abre y aparece la figura dorada de un hombre. El se para rubicundo como un salmón junto al nicho donde son guardados los guardianes del Príncipe de la Tierra; entonces tristemente, tomando un martillo a su lado, él avanza a un escritorio de roble, y siendo cuidadoso para golpear en exacta furia, lo demuele en pedazos. Otra mujer ha tomado por ahora su estación junto a la tina burbujeante. Sus piernas están cubiertas con una piel de seda azul, que en lugares sobre las rodillas crece hasta el grosor de una melena de león. La esfera superior de su pecho es reunida en enormes pliegues por dos ganchos enjoyados. Pequeñas botas transparentes revelan dedos que un ángel desearía. Debajo de ella, en el suelo, un hermoso gato canela juega con un racimo de uvas amarillas, corriendo sus pezuñas adentro y afuera como un niño siendo un rey tonto. Su voz es blanca y redonda cuando ella dice: ‘Tu baño está preparado, querido. No esperes demasiado’. Pero él ya se ha arrastrado a la ventana y mira a través de su circular abertura, como un hombre en las páginas de su muerte. ‘Terribles jinetes están prendiendo fuego a la tierra. Casas están ardiendo… la gente vuela ante las lanzas rojas de una locura moteada…’ ‘Por favor, querido’ interrumpe la mujer original, ‘No podemos ayudarlos… Bajo los pies cancerosos de su odio, ellos nacieron para perecer como bestias en un pozo de arañas… Ven ahora, cariño; el agua se enfriará’. Un pequeño vagón empujado por zorros desciende desde el techo. Tres hombres están sentados en sus almohadones que respiran como pechos púrpura. La cabeza de uno está inclinada a la derecha, donde en una cama de caracoles un niño radiante está cacareando somnoliento, las cabezas de los otros dos están giradas hacia arriba, como si estuvieran en contemplación de una autoridad que no es fácilmente aprehendida. Aún ellos actúan como uno, levantando al bebé de su perca rosada, y depositándolo gentilmente en la tina. El agua susurra sobre su grito… un débil olor de horror flota hacia arriba. Entonces los tres se retiran con su desventurada carga, y la corteza de hojalata de los zorros muere en el aire. ‘No se ha enfriado todavía’ dice la figura dorada, y él golpea el vientre de la segunda mujer, corriendo sus manos sobre su piel como alguien dormido. Ellos yacen juntos bajo la sombra de un cangrejo gigante que pule sus cien patas junto al fuego. Más atrás, casi oscurecido por sillas y pavas, puede ser visto un segundo paisaje, luego un tercero, cuarto, quinto… hasta que la totalidad, acanalada como una rosa, y enredada en una milagrosa hechura, asciende hasta los siete tronos donde se sienta el Mañana. Avanzando lentamente hacia aquellos niveles cambiantes se aproxima la blanca Reina del Paraíso. Estrellas resplandecen en su cabello. Un árbol crece desde uno de sus costados, y contemplando a través del follaje los ojos de la Bella deslumbran, ‘Apúrate, cariño’ llama la primera mujer. ‘El agua se está enfriando’. Pero él no escucha. La empuñadura del cuchillo está tallada como un cetro y como un cetro se balancea suavemente sobre su garganta mutilada… Sonriendo como un sombrero de moda, la peluda muchacha camina rápidamente hacia la tina, y quitándose su túnica manchada, se introduce como anguila en el agua. La otra la observa penosamente; luego, sin apuro, como uno estrangularía un búho, ella mueve la rueda de la carroza –sobre la cual gira y se inclina el negro mundo… sin tronos o puertas, sin fe, cálido o ligero para cualquiera de sus criaturas, donde hasta los niños enloquecen, y aunque desenrollada como un pergamino, la imagen del asesino de cada hombre pestañea de vuelta ante Dios. Más lejos ahora, casi oculto por el humano, puede ser visto otro paisaje… Y la pálida, sonriente Reina del Paraíso aparece por un momento en los balcones de mi sueño escogido.
traducción: HM