Oh, ¿quién hablará desde un vientre o una nube?

No menos luz reposarán el oro y el verde sobre el rizo ciclónico y el ojo diamantado, que la que el amor dejó ayer sobre el pecho como una bestia.  No menos luz recorrerá Dios en mi laberinto de nervios, que el gran espanto de mañana condujo sobre mi laberinto de días. No menos terrible que pisotear tu tumba, que yo deberé pisar allí. ¿Quién es un dios para acechar la tumba, salvo el Amor?
Entonces yo estaré allí a la mañana y a medianoche, no con una paja en mi pelo y una lágrima como Ofelia, flotando a lo largo de mi pena, pero yo vendré con la cábala de cosas, la cifra de naturaleza, así con el mero movimiento de la cresta de pluma de un pájaro te hablaré donde te sientas en todos los árboles, donde conspiras con todas las cosas que están muertas. ¿Quién está tan lejos que el Amor no pueda hablarle?
Así ningún rincón podrá ocultarte, ningún otoño de hojas tan profundamente cerradas sobre tí que no te voy a encontrar, para estirar mi mano y aguijonearte con vida como veneno que resucita. Oh, recuerda cómo una vez la Lira se deslumbró y cómo los noviembres humearon, así la sangre ardió, titiló su mica, y aquello era vida. Ahora, si sumerjo mi mano en tu tumba, ¿la encontraré sangrante con otoño y brillante con estrellas? ¿Quién me responderá si tú no?
Pero tú eres los que aún no están muertos, entonces no puedes responder. Colgado por el ancho de un pelo al aliento de un pulmón, nada sabes del agujero sobre el cual cuelgas, salvo que es oscuro y profundo como la medianoche de mañana. Yo pregunto, pero tú no puedes responder excepto con palabras que me muestran el mero interior de tu temor, el rostro inverso del mundo. Pero esto, esto no es muerte, pararse sobre la cabeza de modo que se vea un cielo. Oh, ¿quién, quién sino el que aún no ha nacido puede contarme de mi destino?
Permanece allí, permanece allí, yo jamás, jamás, jamás sería una hija enviada, tan sabia en modos donde tú te encaramas como un pájaro más allá del horizonte, viendo pero sin ser visto, sobre nuestro ser? Entonces díme, ¿debería hacerse el encuentro, cuando el cadáver sea sumergido de vuelta a través del vientre para abrazar a su hijo antes de que sea para siempre? ¿Quién si no los muertos pueden besar a los que aún no han nacido?
Triste es el espacio entre un comienzo y un final, como los rudos caminos de estrellas, feroces y locos. Yo voy entre el nacimiento y la urna, una ceniza brillante pronto resplandeció en blanco, como una bola de fuego. Pero nada de lo que traigo desde el antes, ningún mensaje, ninguna clave, ninguna respuesta. No escucho ningún eco, sólo la sangre de la oveja cayendo desde la escopeta, la lágrima de serpiente como fuego a lo largo del racimo. Oh, ¿quién hablará desde un vientre o una nube?

 

traducción: HM

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