Confesión verdadera 7

Hoy, el 26 de febrero yo, a mitad de camino del minuto a través de la única vida que deseo conocer, intento terminar esta bastante espantosa broma de una autobiografía. 35 años es suficiente para tenerse a uno como propia compañía. He estado un poco enfermo del material terrestre. Y la tontería celestial. Engullir bazofia, y copular y engullir, y copular y bazofia hasta que te quiebras como un rompecabezas frustrado con sonrisas. La idiota beatitud de la cerda en verano oculta a una neurótica farfullante sembrando avena caliente para calentarse.
Mira tu obra, Adán, ahora como yo la mía, y no llores. El detritus es nuestro. ¿Pero cómo tú y yo alguna vez esperamos conservar a la brillante sibila resplandeciente que primero confió en nosotros, perfecta, una vez, la diferencia entre lo mejor y lo peor? Aquella visión es nuestra inocencia.
Pero deberemos dar un paso a nuestra tumba, no exactamente desvestida de la inocencia que nuestra natividad corporiza en un dios. Oh soporten, herederos, todo lo que tienen, el sentido del bien, con mucho cuidado a través de la sucia calle de la vida y la alcantarilla de nuestra indignidad.
Yo siento el temblor en mi mano de aquello que jamás reducirá su brillo y ojo pineal y ala a ninguna ironía, ni se rendirá al dominio de mi entendimiento de aquel poder apoliónico que, como la medianoche susurrando al sol, nos rodea con oscuro esplendor.
Aislado y visionario, loco vivo, en la catacumba del corazón, Oh adivinador solitario, adivinador solitario, impártenos el conocimiento del bien y el mal en nuestra necesidad. Blasona nuestros instintos sobre tu iluminación, así se revelará la podredumbre, y la razón mostrada, crucificada sobre nuestra desolación.
Tú, de quien fríamente tomé todo y oculté mi cabeza y cuernos en el medio, deberías chillar conmigo como un frenesí de palomas encadenadas. Porque, ¡mira! Nos lamentamos, cabalgamos por la eternidad juntos atados de lengua. Pertenecemos a aquellos con quienes nos sacudimos la chupada y nos atrevemos a ser un anticristo.

Consigan trapos, consigan trapos, todos los ángeles, todas las leyes, todos los principios, todas las deidades, consigan trapos, vengan y sofoquen al huérfano en su cuna llameante, consigan trapos, bajen y sofoquen, huelan el juego y la vela, porque nuestro estado –insufrible entre misterios-hace llorar a los gusanos. Apaguen, apaguen su justicia. ¡Ejecútennos con misericordias!

 

traducción: HM

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