Confesión verdadera 6

Miré en mi corazón para escribir. En aquel rojo sepulcro de mentiras vi que todo lo que el hombre aprecia se labra a través de la roja habitación, aquella impiadosa noche arrastra sólo recuerdos de lengua de cuchillo en cuyos harapos se aferran, gritando, brillantes glorias abortadas, no nacidas. Y vinagre los espejismos que, gimiendo que eran posibles me cargan con el profano No. El tema no resuelto se enfurece alrededor del corazón anillado como un toro bramando para el nacimiento. Pero así tan impiadosamente el reloj construye edades sobre su embrión inerte.

Imperio arruinado de tiempo disipado, objetivo pervertido, deseo abusado, la monstruosa ameba no puede aspirar pero se hunde en el frío fango del edén como ego. Es suficiente para hundirse de nuevo en el lodo primigenio de la primera persona. ¿Para qué igualaría el paraíso del amor propio?
El ángel necesario es la mentira. Detrás, nosotros, toda lengua extendida, la mentira triunfante y tremenda nos protege de aquello que tememos ver cuando giramos, el abismo dando la espalda a un rostro de pequeño temor retorcido, y eso es todo, para conquistar la mentira que nosotros poseemos.
Ven, autoengaño coribántico, y susúrrame tales decepciones que no me importará quién o qué eres, excepto la paliación del corazón interrogado. Deja descansar el arpa y la cabeza con cuernos de horror sobre aquel verde pecho regenerativo por cuyas grandiosas leyes aún continuamos viviendo.
Ahora desde mi ventana mirando abajo y veo las vidas de aquellos para quienes mi amor tiene aún un pequeño lugar por el que ir sufriendo. Me veo a mí mismo detenido, como un felpudo, ante esta historia que no merece contarse. ¡Oh memoria, deja que doradas imágenes de alegría sepan retornar, y sean consoladoras!
Amarga y rota como la mañana Valentina trepa el cielo de glaciares con una estaquilla a sus pies. La advertencia del amante sopla una sonrisa en nuestra miseria: mira abajo, mira abajo y contempla nuestra gris y desamorada rendición, Valentina: Pliega, luego, en tristeza y desecha el amor que no es tuyo o mío.
De este día de los amantes felices e inocentes, déjame alabar el bestiario grotesco de aquellos que aman demasiado. Monstruos inventaron un monstruo, como gitanos bebés se levantan en raras botellas para espectáculos fenomenales, aquellos aman demasiado profundamente por la piel. ¿En la botella de quién eres un monstruo?
El bestiario grotesco donde se enroscó la pitonisa de los suspiros, para guardar a una bestia dentro de ella allí, lo aplasta en su crisis de vidrio hasta que, deforme a su pasión, muerto, el león del corazón sobrevive por besos sufrientes en cuchillos y un hoyo con púas en una cama.
Párate en tu triste acusación de pelo dorado sobre mí ahora, mis dulces siete se extraviaron en vida. Oh, el marinero de cabeza caliente ha gastado esos óvulos que desnudan el pecho en su ramo, no ha habido ninguna pajarera de mi dolor, ningunos dulces siete parándose en lamentación, pronunciando canciones de alegría declarada, de alegría declarada, como un pájaro ensalza el principio del placer natural sin saber por qué. Declara a todos quienes descreen de él, aquel deleite naturalmente habita el alma. Te miro abajo para asegurar mi sentido del mal: pero tú declaras lo que sea que multiplique estar bien.
Miré en mi corazón para escribir. Pero cuando vi aquel pozo negro retorcido con las asquerosas leyes que viven en real dominación debajo de la superficie de nuestro amor, que se retuercen entre nuestros premios, ellas atestiguan la putrefacción de nuestro amor, estropea el desove de su grandeza.

 

traducción: HM

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