Confesión verdadera 5

Dios Todopoderoso, por cuya enferma voluntad yo fui creado con una conciencia, por cuya piadosa malevolencia yo seré sostenido hasta que mis aflicciones completen sus victorias,  por cuya dispensación, lo que sea yo tuviera de sentido, ha ofuscado mi salvación, buen Dios, garantiza aquello, en revisión de mi vida pasada, puedo recordar que cada cosa que hice de valor parecía bastante perversa de perseguir: Garantiza, buen Dios, que yo habré remitido aquellos placeres terrenales más allá del número que necesariamente omití, exhausto por los cometidos.

Buen Dios, déjame recogerte varias piedades, altas y bajas, las rubias descarriadas, las a menudo acariciadas, y aquellas a quienes no habría pensado que se entregarían sabiamente a mí, ni dejar de olvidar mi agradecido recuerdo a las extrañas consoladoras, tan frecuentemente morenas, que me cargaron por vuestras misericordias, Dios.
Buen Dios, déjame recordar así mis graves omisiones y comisiones, todas de las que me deba arrepentir, los lugares, rostros y posiciones, junto con las pocas adiciones que un futuro débil puede instalar. Buen Dios, sólo los matemáticos consideran al amor un ordinal.
Buen Dios, tan sabiamente me proveíste el corazón amante con el que sufro, que estoy constantemente dividido por un profundo amor por todo más allá de mí. Cada hombre sabe bien que él conduce sus propias putas abajo al infierno pero, buen Dios, cada caballo hecho polvo fue, originalmente, tuyo.
Buen Dios, recibe mi agradecimiento por todas las maravillas que he visto (y todos los disparates en el medio) en mis extraños años treinta de vida. He visto a la mañana elevarse y he visto a la tarde ponerse, cualquier cosa diferente me sorprendería aún más profundamente.
Buen Dios, recibe mi gratitud por favores inmerecidos: acepta esta verdaderamente sentida perogrullada: tú me has dado demasiada latitud y así me he colgado. Yo conservé tu misericordia, buen Dios, en una caja, pero en la medianoche la Justicia se arrastró y me hachó con una paradoja.
¡Oh, adorable bondad del cuchillo que corta la carne del orgullo del ego podrida y corta la vida podrida del hueso podrido! No, no se olvida una onza del gorrión mientras aquel cirujano carnicero corta y revuelve entre mis entrañas para socorrer lo que estaba desquiciado.

Yo confieso, mi Dios, este solitario abandono de una noche, cuando yo, y no el yo conciente solo, siento toda la responsabilidad (pero el hecho simple y final de que somos mejores que como actuamos, por esta afortunada ganancia no somos responsables en absoluto).
Yo confieso, mi Dios, que en la cama caliente del pecado del mono te vi a través de una culpa de cabello parada solitaria como silencio doliente en el rincón de la habitación sabiendo que no necesitas estar allí: vi que el hombre genético había arrancado un rostro de tu desesperación.
Yo confieso, mi Dios, mi Bueno, no he comprendido completamente la naturaleza de nuestra santidad: la serpiente golpeadora erra aún menos no cuestionándose, el físico no preguntándose por qué existen todas las cosas sirve mejor que aquellos que adelantan una cuestión cuya respuesta es la vida.
Pero, oh mi Dios, el propósito humano, si del todo puedo percibir un propósito en la vida que vivo, es esconderse en el caballo de vidrio de nuestra duda hasta que la pena del paraíso abra arriba una ciudad de absoluta creencia para nosotros, porque nuestro silencio es espantoso y nuestra duda más miserable que la certeza de que lo peor ocurrirá. Como lamentable infinito fantasmas que ni siquiera saben que oscilan entre la realidad y la irrealidad, vamos por nuestras vidas y no podemos ver siquiera por qué sufrimos así.
Yo sólo sé que el corazón dudando de cada cosa real más no duda de la voz que nos cuenta que sufrimos. La parte dura en el centro muerto del alma es una edad de pena congelada, ningún equinoccio primaveral de alivio puede mitigarla, ni ningún amor consolar.
Entonces, oh mi Dios, toma de la mano esta tristeza de estrella vagando, el mundo que no comprende sus propias miserias y errores y llévalos a casa. No todavía, pero después para inclinar una cabeza expiada en el hombro de un creador que sabe a dónde conducen todos los problemas.

traducción: HM

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