Confesión verdadera 1

Hoy, recuperándome de la influenza, comienzo, no teniendo nada peor que hacer, esta autobiografía que termina una mitad de mi vida que me pone contento haberla atravesado. Oh amor, qué sangriento alboroto que miré de vuelta, sacudido y sobrio, cuando aquella vida intemperada la vi desde este templado octubre. A 1947 pago el más profundo de los respetos, porque durante este año se me dio alguna visión interior del otro sexo. Yo fui una víctima hasta los 46, de la cama rosa con putas en ella, pero ahora, a pesar de todos los pretextos, nunca dormí un solo minuto.
Oh, compañero navegante en el mar lanzado, oh virgen fugaz en la noche, oh, privados, general en lascivia, evita, evita el dormitorio como una plaga: Evade, oh, amoroso acólito, aquella almohada donde tu corazón puede enterrar, porque si la cosa estaba parada hacia arriba se transformaría en cementerio.
Empiezo con este apóstrofe a todos los apóstoles del verdadero amor: visítenme con su devoción, dénme la gloria de la paloma que muere de abandono. Dame verdadero amor, verdadero amor a mí, y en dos sacudidas probaré que es falso para tí y falso para mí.
Brillante engendrador, vives en tu banco de arena, de sangre fría como un caño de un plomero, el procreador océano se hincha calentando, hasta que están sobre maduros, las arrugas de tu corazón frío nos enseñarán que el verdadero amor puede instilar temperatura en cualquier tipo.
¿No está la ostra en su cama, abierta una vulva anhelante cuando la luna llena pasa sobre nuestras cabezas sintiendo por perlas? Oh, nada, entonces, es una forma de vida demasiado baja, cuando el amor, abandonando el claustro puede animar a la ostra encamada, el pececillo de desove y hombres.
Así todos nosotros, el cerdo y príncipe, el príncipe y el psiquiatra, le deben todo al verdadero amor, ¿desde cómo demonios podríamos existir si nuestros padres nunca se hubieran besado? Por lo tanto, todas las biografías –no importa qué más evidencien ellas- abiertas con prisiones, con adoración.

Recuerda, cuando amas a otra, que demostrablemente es una prostituta, hasta Venus tenía una madre cuyo amor, como un dolor silencioso, inició tu picazón erótica. Amor, el amor tiene la historia más larga, porque le podemos contar a un mono que su padre lo engendró en un misterio.
Yo, nacido en Essex hace esencialmente 34 años sexuales, bajé, miré alrededor y vi que había sido moldeado un poco bajo en el registro social para los amigos que ahora conozco. ¿Es un señor un agente? Bob es tu tío, hasta eso.
Mejores hombres que yo se han preguntado por qué el padre de uno no podría ver que ante su nacimiento él había errado. Su mal elegida paternidad embaraza la fraternidad de amigos de uno que, Huysmans viviente, comprensiblemente se ha preguntado ante la paternidad permitida a policías.

Entonces yo, hijo de un administrador de los hechos de leyes civiles , encantado en incivil y hasta siniestras violaciones. Así mi causa es simple, amigo, al diablo con la tuya. Fui nutrido en delitos menores –aprendidos, como altruistas en Westminster, por qué duplicidades uno floreció-.

A los cinco, pero sintiéndome bastante joven, con un ojo azul hermoso sobre los seis, mano en mano y lengua a lengua, tomé un pecado sobre mi sexo. ¿Pecado? Era placer. Entonces le conté a ella. Y siempre desde entonces, persistiendo en concupiscencias no más atrevidas, mi placer ha sido desvestir pecado.

¿Cuál es el punto de una confesión si tú no tienes nada para confesar? Sigo una profesión perjura -¡oh poeta, mintiendo para impresionar!-, pero la hermosa yace en un vestido hermoso, es la menos atroz de mis transgresiones: Cuando una nueva se añada, ‘¿Oh, quién fue?’ suspiran los esqueletos en mi closet.
Mariquita, mariquita, ven a casa, ven a casa: musa y amante donde sea que estés. La tarde está aquí y en la penumbra cada gusano bisexual arde como una estrella y el amor de hombre es crepuscular. En el día el mundo. Pero a la noche, solitarios en egos oscuros y lejanos, apartados como mundos, entre mar y mar, anhelando el uno al otro mientras las estrellas se sostienen una a otra juntas en campos. Oh, rosa de todo el mundo, pliega cada gusano gimiente contra el frío del amargo clima del ego, para calentar nuestro orgullo isotérmico, porque a veces, amor, otro para guardarnos por un lado no egoísta.
El acto de procreación humana –la lengua en celo, el gruñido y el estremecimiento, el sudor, el hedor de defecación, la cuna colgando por la vejiga, la lucha por la escalera peluda, y desde la palpitante cama del Tiempo, la inmortalidad, un blanco limo, chupando la ubre de su madre-.

El acto de procreación humana  -la conexión cavada duele, la descortesía arrastrada, el pequeño hombre cebando una lactancia, el gruñido, la teta caída, el roce del chicle y cavado, el beso babeando: contempla la mater amabilis, puerca con un sabor, mesías y vaca, virgen y cochinillo, hijo y puerca:
El acto de procreación humana –una corona y flor, oh, culminación de perfecto amor a través de la creación- ¿A qué lo puedo comparar? ¡Oh, eternas mariposas en el pecho, oh, temblor de gelatina celestial, oh, milagro de nacimiento! Realmente somos excretados, como mierda.

traducción: HM

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