Memorias de un muchacho orgulloso
El vivió en las alas de tormenta. Las cenizas están en Chihuahua.
De Ludlow y otros pueblos carboneros en Colorado brotó una venganza de mineros eslavos, cornualleses, yanquis. Matanzas corren bajo las órdenes habladas de este muchacho con ochenta hombres y rifles en una montaña empinada.
Ellos mataron jurando recordar el disparo y esposas y niños carbonizados en el campo incendiado de Ludlow, y Louis Tikas, el griego sonriente, enchufado con una bala, clavado con una culata de escopeta.
Como una guerra doméstica sostuvo la nación una semana y uno o dos millones de hombres se pararon juntos y juraron por la retribución del acero.
Todo fue accidental. El vivía sacando pelusas de las solapas de los abrigos de los hombres con los que hablaba. El besó a las nenas de los mineros y escribió a un diario de Denver de las siluetas de piquetes en una línea de montaña.
No tenía otra madre que Madre Jones gritando desde una ventana de celda de Trinidad: ‘Todo lo que quiero es espacio suficiente para pararme y sacudir mi puño a los enemigos de la raza humana’.
Nombrado por un gran jurado como un asesino él se fue a Chihuahua, olvidó su viejo nombre escocés, fumó charutos con Pancho Villa y escribió cartas de Villa como una roca del pueblo.
¿Cómo puedo decir cómo Don Magregor se fue?
Tres jinetes vaciaron plomo en él. El yace en la calle principal de un pueblo tierra adentro. Un muchacho se sentó cerca todo el día lanzando piedras para mantener alejados a los cerdos.
Los hombres de Villa lo enterraron en un pozo con veinte carranzistas.
Hay un drama en aquel punto… … el muchacho y los cerdos. Griffith hubiese hecho una película de ello para extraer sollozos. Victor Herbert haría ronronear los tambores en una textura con el simple clamor de un alto violín de cuerdas.
‘Y el muchacho se sentó allí todo el día lanzando piedras para mantener alejados a los cerdos’, escribió Gibbons al Tribune.
En algún lugar en Chihuahua o Colorado hay una bolsa de cuero de poemas y cuentos breves.
traducción: HM
