«No hay oxígeno en los pulmones del mundo»

En sus horas finales antes de que Covid-19 reclamara su vida, Cecilio Sangama observó indefenso a su hermana mayor Edith, boqueando por aliento. Los hospitales la capital de la Amazonia peruana se quedaron sin oxígeno, y la escasez ha empujado el precio de un tubo en el mercado negro a más de 1.000 dólares.

“Su cuerpo no pudo soportar. Necesitaba oxígeno pero no podíamos pagarlo” dijo Sangama, trabajador municipal de 49 años, hablando por teléfono desde Iquitos. “Yo le prometí: ‘No te preocupes hermana, hoy te voy a encontrar un tubo’… pero al final no pude hacer nada”. Su voz se quiebra y cae en silencio por unos segundos. “Mi hermana murió hace un par de horas, estamos viendo la manera de darle una sepultura cristiana”.

Cercada por un mar de jungla, plagada de pobreza espantosa y apenas tambaleante por una epidemia de dengue, Iquitos es ahora la segunda mayor ciudad del Amazonas –luego de Manaos, en Brasil- en recibir un golpe brutal de la pandemia del coronavirus.

Iquitos afronta ahora un obstáculo más en sus esfuerzos por contener la enfermedad: como la ciudad más grande del mundo que no puede ser alcanzada por tierra, depende de intermitentes envíos aéreos de suministros esenciales, medicinas, equipos de protección y oxígeno.

“Estamos viviendo en una catástrofe” dijo Graciela Meza, trabajadora de un Centro de Salud del Departamento de Loreto, usando su Whatsapp desde una oficina desinfectada, en un coqueto barrio de esta exótica ciudad de 500.000 habitantes. La capacidad del principal hospital público de la ciudad fue desbordada por cinco para sus 180 camas que apenas puede mantener, contó Meza, que se está recuperando del virus.

“Nunca vi algo así, ni siquiera en mis sueños” dijo Meza, quien toda su vida la pasó en Iquitos, comparando la situación con estar inmersa en una película de desastres. “La mayoría de las víctimas murieron por falta de oxígeno, el 90% porque no había insumos médicos” –asevera la funcionaria.

Ella ha contado docenas de muertos cada día desde hace tres semanas, incluidas dos enfermeras y tres doctores –el último, un joven veinteañero-. Si bien conocer el nivel de daño que le ha provocado Covid-19 a Loreto es difícil de precisar, pocos en Iquitos dudan de que es mucho mayor que lo que indican las cifras oficiales: 62 muertos y 1.595 casos confirmados.

Luego de más de 50 días de cuarentena, la cuenta oficial a nivel nacional de 51.000 casos confirmados y 1.444 muertos lo ubica segundo de Brasil en América Latina. Esto es más inquietante, si se toma en cuenta que Brasil va por los 8.000 muertos y tiene siete veces la población de Perú.

Miles de pacientes críticos fueron sentados en sillas de rueda alrededor de los pisos del hospital, y en los últimos tres días, algunos fueron trasladados a tres hospitales de campo levantados en estadios y campos de fútbol de la ciudad.

“No hay oxígeno en los pulmones del mundo” –remarcó Meza amargamente, refiriéndose a la ubicación de la ciudad amazónica. “Ese debería ser el título de tu historia” –sugirió.

Su tono adquiere cierto enojo cuando dice: “Sólo tenemos a nuestras horribles autoridades para acusarlos por su corrupción y décadas de desinversión crónica en salud”.

Sus comentarios reflejan la creciente furia por la lenta respuesta del gobierno regional en medio de denuncias de que compañías privadas han obtenido provecho de un monopolio de los tubos de oxígeno. El procurador oficial de Iquitos anunció una investigación ante informes que indican que el gobierno regional pagó precios exorbitantes por tubos de oxígeno –incluidas unas compras a una compañía cuya propietaría es la hija de un concejal.

La cólera creció aún más ante los recortes crónicos que coincidieron el lunes con la visita del ministro de salud, Víctor Zamora. El ministro se comprometió a establecer vuelos diarios desde Lima a Iquitos para proveer insumos y equipamiento médico, además de oxígeno, y a reponer la cantidad de médicos profesionales, ya que más de 20 doctores fueron evacuados por infectarse con Covid-19.

Zamora prometió también construir dos plantas de oxígeno nuevas en Iquitos, que necesita 800 tubos por día, aunque advirtió que la construcción demandará varias semanas. La planta existente sólo puede producir un máximo de 250 tubos, de acuerdo con informes locales.

Agustina Huilca, presidenta de la federación de médicos de Iquitos, dijo que era muy poco, y demasiado tarde. “La medicina la pedimos hace más de un mes” –dijo la facultativa, comadre de Meza. Necesitan desesperadamente fuertes drogas, antibióticos, anticoagulantes y antiinflamatorios para tratar el Covid-19.

“No tengo medicamentos, no hay oxígeno y hay 40 doctores en el hospital con Covid-19, ¿se supone que debo esperar a que se muera uno por uno?” exclamó Huilca. Ya son 128 los médicos infectados en la ciudad, un número sólo inferior al de Lima, que tiene 20 veces más población.

“Como médicos nos sentimos impotentes, frustrados y aislados. Nos sentimos abandonados por el gobierno” añade Huilca.

La pandemia no pudo llegar en peor momento. Iquitos ya estaba luchando contra el dengue y un brote de leptospirosis. Este año se han roto todos los récords de casos y muertes respecto de esta enfermedad transmitida por mosquitos, más que abundantes en la región.

Tanto el dengue como el Covid-19 producen fiebres de complicado diagnóstico, mientras que el clima cálido de Iquitos, el hacinamiento de las condiciones de vida, la pobreza y el aislamiento geográfico son “una perfecta tormenta de factores mortales. De hecho, sospecho que en Iquitos la situación sanitaria está completamente descontrolada” –reflexionó Huilca antes de cortarse la comunicación desde la selva peruana.

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