Žižek: más rápido y embarullado que el coronavirus
Las fechas están ahora bien ensayadas. 31 de diciembre: China informa a la OMS (Organización Mundial de la Salud) que se han detectado casos de neumonía con causa desconocida en Wuhan. 20 de enero: se confirmó la transmisión de humano a humano. 24 de enero: Científicos publican un artículo advirtiendo el potencial pandémico del coronavirus. 9 de marzo: Italia impone una cuarentena nacional y cierra el comercio. A esta lista de momentos clave, se puede agregar una, 24 de marzo: el editor de Slavoj Žižek anuncia que ha escrito un libro sobre el coronavirus.
Eso hacen más o menos 100 días entre la aparición de Covid-19 y la impresión de la obra de Žižek. Es un hecho impresionante, y para el provocador filósofo conocido por su sentido del humor, se siente como si hubiese sido diseñado para dar el remate de un chiste: ¿qué se reproduce más rápidamente: el coronavirus o sus comentarios?
Pero ¡Pandemia!: Covid-19 sacude al mundo no tiene mucho humor. De hecho, Žižek se pregunta en voz alta si debe ser cauteloso con sus vuelos distintivos de fantasía conceptual, dada su “todavía externa posición segura” del sufrimiento de su expansión. No lo es. En el curso del breve libro despliega los típicos pensamientos y tácticas žižekianas –apelando a Hegel, Lacan, y una analogía de la salud del capitalismo derivada de Kill Bill de Quentin Tarantino (ahora ciudadano israelí)-, para conformar diez capítulos impresionantes. Cada uno aborda un tema diferente, muy ocasionalmente aterriza en la tesis: “una nueva forma de lo que una vez fue llamado comunismo” es necesaria para evitar que la pandemia devenga en una pesadilla global.
El gambito de apertura es para usar el mandato de Jesucristo en la resurrección de María “No me toques” –para explicar cómo el distanciamiento social puede garantizar solidaridad-. Žižek se describe como un “ateo cristiano”, de modo que no es un comienzo sorprendente y también es un poco demasiado claro. Un capítulo extraño es “Putogan”, un juego de palabras que alude a los líderes de Rusia y Turquía, que le permite escribir sobre la crisis de refugiados, implicando en forma rara que es el principal desafío que afronta la “unidad operacional” europea durante la pandemia. “Corrección política”, una de las pesadillas del filósofo, se menciona dos veces. Es difícil quitarse la sensación de que Žižek, con la velocidad y eficiencia de una producción en línea, simplemente ha acorralado eventos en la forma que se ajusta a sus operaciones lógicas e intereses preexistentes.
No hay nada inherentemente malo en ello. ¿Pero qué es lo que funciona del libro? Hay un bonito pasaje que cuenta la visión de que la humanidad está siendo castigada por esta epidemia por explotar los recursos naturales. Žižek piensa que estos argumentos tienen la función de reasegurar la creencia de que los humanos “importan en algún sentido profundo”; lo realmente difícil de aceptar es que este “mecanismo de auto-replicación estúpido”, como describe el virus, “no oculta un significado más profundo”. El se coloca en su versión más poderosa –incluso útil- cuando simplemente destaca que la tarea moral durante esta pandemia es aliviar el sufrimiento, no “economizar”. Hay algo profundamente radical en el modo en que los estados han adherido a esta lógica anti-economicista de las cuarentenas, y la tentación de retornar a la “normalidad” al costo de los enfermos debe ser resistida.
Dicho esto, Žižek tiene a un liberal interior que lo frena de alabar a los líderes chinos –pioneros de la cuarentena- por su manejo de la crisis. Apoya la postura del periodista Verna Yu, de que “si China hubiese valorado el libre discurso no hubiera habido crisis de coronavirus”, en referencia al murmullo de denunciantes. Esto despliega una verdad inconveniente: mientras pasan los meses está claro que China parece emerger como la superpotencia más efectiva en el manejo de la pandemia, en comparación con los sistemas pobremente organizados, centrados en Washington y Bruselas. Sucederá una crisis de legitimidad y en anticipación a ello –para encontrar una salida al binarismo entre la barbarie e incompetencia de Occidente y el eficiente y despiadado totalitarismo de Oriente- Žižek sondea el presente para descubrir el desarrollo de un “comunismo” latente.
Cuando Žižek usa el término “comunismo” no está hablando del “viejo estilo” de los estados del siglo XX, sino se está refiriendo a la necesidad de una “organización global que controle y regule la economía y limite la soberanía de los estados nacionales cuando sea necesario”, y un coordinado apartamiento del mercado. Ve esbozos de esto en la masiva movilización de recursos estatales para pagar salarios del sector privado, nacionalizar servicios y dirigir la producción industrial.
Cuando Donald Trump envia cheques a millones de estadounidenses, y el gobierno conservador británico efectivamente nacionaliza los ferrocarriles, las viejas ortodoxias se mezclan en el aire. Y lo que más alienta a Žižek es que esta solidaridad refundante no se basa en slogans idealistas de izquierda sino en la cruda necesidad. En Israel, el primer ministro Benjamin Netanyahu “inmediatamente ofreció ayuda y coordinación a las autoridades palestinas”[1] para combatir el coronavirus porque, como dice Žižek, “si un grupo es afectado el otro inevitablemente lo sufrirá”. Su comunismo es la traducción de esta realidad epidemiológica en políticas durables.
Aunque esto es interesante, es una imagen del comunismo que carece de una escena central: el destino de la clase trabajadora. En el sur global, donde vive la mayoría de los trabajadores, millones se encuentran desesperados y sin ingresos. En países donde hay menos respiradores que miembros de gabinete, donde resulta imposible el distanciamiento social en barrios hacinados, sometidos a deudas externas odiosas e infames (que condensan la mayor extorsión y explotación de las élites y fondos buitres, dueños del capitalismo neoliberal vigente), donde no hay bancos centrales poderosos para establecer lazos que ganen la confianza de los “inversores”, el comunismo de Žižek no significa nada. Y en contra de su planteo sobre la situación en Israel, los informes muestran que los palestinos están preocupados por el desastre que les causará el coronavirus luego de que un trabajador enfermo fuese “brutalmente ultimado” por la policía fronteriza israelí. Israel también ha condicionado la ayuda a Gaza a la entrega de soldados israelíes capturados en territorio palestino, según informa Reuters. De este modo la lógica de la dominación triunfa aún ante la racionalidad de la solidaridad “biológica”.
Žižek ha pasado su carrera escribiendo en anticipación a un momento histórico del mundo como la pandemia de coronavirus, un evento verdaderamente totalizante que permitiría al filósofo hegeliano –siendo la de Hegel una filosofía totalizante- desplegar sus habilidades en el frente de batalla. Pero este primer intento de nuestro filosófico trabajador de teclado es olvidable. Es frustrante porque hay momentos en que su análisis podría ser claramente útil, como cuando pregunta: “¿Dónde terminan los datos y comienza la ideología?” Es una pregunta vital mientras gastamos nuestros días pegados a gráficos de fatalidad, pero no la responde. Así, como él argumenta, “el virus no esconde un significado profundo”, lo cual ciertamente es una prospección escalofriante.
[1] Esto forma parte de lo mal informado que está el autor-filósofo, ya que Israel continúa con sus asesinatos y bombardeos en Gaza y Cisjordania, además de boicotear las estrategias palestinas para resistir al covid-19.