La vida del boxeador viajero: 134 peleas, 123 derrotas y unas cuantas cervezas

Lewis van Poetsch sabe que su récord en boxeo es un tema fácil para iniciar cualquier conversación. Con 29 años disputó 134 peleas profesionales, perdiendo en 123 oportunidades. Su cosecha puede parecer condenada pero de hecho destaca su durabilidad como viajero, un miembro crucial del elenco en los actos de apertura del más brutal de los deportes.

“Solía trabajar como barbero y mis clientes me preguntaban todo el tiempo qué es un viajero” dice Van Poetsch. “Básicamente, mi rol es entrar, montar un buen show e iniciar un nuevo proyecto en el boxeo. Sé lo que estoy haciendo allí –cuándo ir con todo y cuándo tomar distancia. La gente piensa que es como algo turbio, yendo atrás por arreglos en el quinto round, pero no es así. Cumplimos un rol vital en el inicio de una carrera”.

Parado con su 1.70 m de altura, con brazos gruesos y musculosos, una brillante sonrisa y bigote ornamental, Van Poetsch tiene el aspecto de un victoriano fuerte y célebre. Pero en verdad es un ingeniero de ascensores full-time y un boxeador part-time. Usualmente pelea tres veces por mes, mientras no sea detenido o severamente cortado en una pelea, en cuyo caso descansa por 28 días. Su mejor amigo, manager y compañero de ruta es Richard Farnan, él busca combates para Van Poetsch, quien siempre los acepta, sea con quien sea y más allá de cualquier advertencia.

“Generalmente es un honorario bajo” dice Van Poetsch. “Si lo pasan por TV contra un famoso, obtendré un trago extra o dos y tendré después una habitación de hotel o algo. Algunas peleas se arreglan con una antelación de dos meses, pero esto puede variar completamente. Ante de pelear con John Docherty me avisaron que lo iba a hacer 10 horas antes. Se supone que tenía que ir a Liverpool a luchar contra otro oponente. Cuando eso se canceló, salí a tomar una cerveza y entonces me hallé con Docherty en Newcastle, que es un reconocido artista del knock-out. Yo sólo le dije a Richard: “¿A qué hora me pasas a buscar, amigo?’”

Como la mayoría de los viajeros, Van Poetsch jamás soñó que se convertiría en uno. Decidió hacer boxeo profesional cuando estaba en el ejército británico, luego de completar una gira por Afghanistan e inicialmente soñaba con conquistar el título británico. En sus primeros combates, como peleador local, Van Poetsch sintió la presión de vender tickets, debiendo preocuparse por el tamaño de las puertas mientras hacía el calentamiento previo. Una vez que le ofrecieron un dinero básico para ser el peleador foráneo, sin la preocupación de vender tickets, avanzó totalmente en su rol de viajero.

“Amo la pelea. No es sólo el dinero, aunque está bueno lograr unos cuantos tragos extra con ellas. Realmente amo el boxeo como deporte, entrar a un ring y tener una pelea. Nunca me pongo nervioso, tal vez aprensivo es la palabra correcta. Peleé hace poco contra el proyecto irlandés Padraig McCrory, y no te miento se estuve en el vestuario del Ulster Hall en Belfast haciéndome mierda. Este chico puede golpear seriamente y yo tuve en el trabajo una semana larga y difícil y sólo había dormido cuatro horas antes de la pelea. Subí al ring y una vez que sonó la campana, quedas hipnotizado o algo así. Terminé disfrutándolo de verdad”.

Recientemente Van Poetsch cambió su otra carrera, de barbero a ingeniero de ascensores, y está agradecido por el trabajo estable que le provee fuera del ring, particularmente ahora que la pandemia del coronavirus ha diezmado los shows boxísticos de pueblos pequeños. “Me considero afortunado de tener un buen trabajo estable haciendo mantenimiento de ascensores, pero debe ser preocupante para otros peleadores. Tengo varios que me están escribiendo y preguntan si estoy bien. No lo he pensado demasiado, supongo que disfruto de este descanso, pero sé que cuanto más se extienda más lo voy a extrañar. En verdad, Estaría perdido sin el boxeo, realmente lo estaría”.

Van Poetsch está feliz de cumplir un rol de soporte a la principal atracción. Toma orgullo en su trabajo y cree que debe entretener a los fans. “Amo ser el villano de pantomima. Si eso significa interactuar con el público entre los rounds, bailando con la música que pasa mi oponente cuando terminan los rounds, lo que sea. Lo hago si les causa risa. Tuve a multitudes gritándome a la vez –cosas como “eres un gordo bastardo”- y yo sólo me froto el pecho, y ellos lo adoran. Los boxeadores a veces se olvidan que están allí para entretener y eso es lo que más amo de las peleas”.

Van Poetsch lucha contra atletas muy bien preparados que han atravesado horas de intenso entrenamiento en instalaciones de primer nivel. El entrena cuando puede pero, por su propia admisión, no vive una existencia monástica. “No vivo la vida de un atleta. Tomo un par de cervezas durante la semana, y me gusta el pescado y las papas fritas. Soy un atleta en el sentido más suelto de la palabra, pero sé que le puedo hacer una noche difícil a cualquier boxeador. Mi manager y yo decimos que mis peleas son como una especie de bienvenida al boxeo profesional para los oponentes. Se las puedo hacer bien difícil. Sé exactamente cuándo ponerle gas y cuándo no. Es una delgada línea como viajero”.

Tiene que hacer peleas excitantes y competitivas para darle a su oponente una noche valiosa en su aprendizaje, sin salir dañado ni tampoco dañar al proyecto. Van Poetsch comprende los límites de un viajero en la carrera profesional del boxeo, pero él a veces se ha apartado de ella.

“Recuerdo estar peleando con una promesa, y había casi una regla tácita cuando peleas con un viajero: no lo destruyas en los primeros rounds, sólo trabaja con el jab. Bueno, este tipo sólo vino balanceándose salvajemente y no se detendría. Bueno, tuve que protegerme. Terminé ganando la pelea y quebrándole la nariz. Su manager no me habló por años y probablemente eso me costó algunos trabajos, pero al final nos reencontramos y nos llevamos bien”.

Coronavirus ha dejado un gran agujero en el diario de Van Poetsch. Viajes de boxeo a través del país llenos de adrenalina fueron reemplazados por trabajos con su compañera en Bristol. Dado el tiempo para reflexionar, ¿sabe cuándo ha de colgar los guantes? “No realmente. Siempre espero para hacerme un examen médico a la vez. Una vez que los haya hecho todos y todo esté ok, entonces deseo seguir haciéndolo mientras lo disfrute, lo que aún estoy seguro de poder hacer. Si me hallo lento y recibiendo demasiados golpes, entonces sabré cuándo retirarme. Hasta entonces, un viajero como yo siempre estará dispuesto a pelear”.

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