El neumático

Así como vino para descansar donde descansó, a millas de distancia, a millas de la última granja, era una buena pregunta. Caído por el huracán o un aeroplano, quizá por alguna razón, se fue abajo como un mojón o marcador, luego se perdió.

Tamaño tractor, a través de seis o siete metros, fue mudado, inconciente, caliente al tacto, su rajadura, rinoceronte, piel de león de mar criando un galón de lluvia en sus agallas.

Atado al planeta, con pastos y raíces, debió ser cortado. Parado estaba ebrio o golpeado, no deseaba otra cosa que hundirse, en espiral hacia atrás, a su círculo de sueño, soñar otro año en su nido de turba.

Lo intimidamos sobre el páramo, lo condujimos, lo empujamos de atrás o lo giramos de lado, desenrollamos un hilo en la figura y forma de su rastro, en su longitud y en su línea, rodamos su peso a través de paredes rotas, sentimos la conmoción cuando se encontró con piedras, guiamos su paso de sueño en los médanos, campos, hacia el nivel del suelo.
Allí y entonces éramos una cosa conectada, cinco de nosotros, todas las manos conduciendo una alta nave o una mano con una moneda o anillo.
Una vez en el camino recogió su paso, libre de ruedas, entonces se movió a través del volante, y no dio embestidas de espalda, patadas, resistió con fuerza hasta enredarse con él para probar el hueso contra la máquina o el motor, para ser arrastrado, roto, lanzado nuevamente menos un miembro. Así que dejamos que la cosa se fuera, inclinándose en las curvas y esquinas, balanceado y centrado, manejando la comba, transportado con su propio momento.

Nos imaginamos un incidente arriba: la vida labrada abierta, jardines por la mitad, partidos, un hombre en una moto es llevado abajo, una cabina de teléfono volcada, niños eliminados, la policía y una ambulancia asistiendo, marcas de riña y el olor de la goma quebrada, el neumático incrustado en una casa o yaciendo en una alcantarilla, jugando muerto.
Pero en el pueblo el neumático se fue, y no sólo se fue sino que no fue visto ni escuchado, no se rizó como un gato en el cementerio, no se arrinconó en el campo de juego como un reptil, no fue hallado ni conservado como un fósil gigante. No allí ni en ninguna parte. Ningún rastro. Aire fino.

Siendo más afinado con el sentir de cosas que la ciencia y los hechos, supimos que el neumático había viajado demasiado rápido para su tamaño y masa, y roto a través de alguna barrera de velocidad, excedido el acto de ser conducido, manejado, y en aquel momento ido más allá de sí mismo hacia alguna otra esfera, y desapareció.
traducción: Hugo Müller

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