Agosto seco quemado

Agosto seco quemado. Una liebre coja de cosecha yacía sobre la mesa de la cocina, su piel derramaba  sangre, su ojo contemplaba mientras el corazón de una niña parada cerca lloraba de verla allí.
Agudo vino el galope de cascos, el sonido metálico de cadenas colgando, voces que llamaron, ella corrió como una pequeña liebre, para festejar sus relucientes ojos claros de ave a un conjunto de alegre artillería de campo, el sonido sordo de sus maniobras.

Espuela, pistola y placa flexible titilaron al sol. Alertas, felices, nobles caballos, espuma en el labio, arnés, látigo, estribo, funda, ella observó la soldadesca bronceada hasta que el polvo blanco los cubrió y ocultó su estrépito en un rumor delgado, la risa, el regocijo, salvaje formación: y luego se fueron el tumulto y el encanto, se paró mordisqueando una hoja verde, sola, sus ojos oscuros soñando… Ella giró y corrió como un elfo, a la casa nuevamente.

La liebre se había desvanecido… ‘Madre’ dijo ella, su mejilla manchada con lágrimas ahora enrojeció, ‘por favor, ¿puedo ir y ver su pellejo?’

 

traducción: Hugo Müller

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