Acecha hambruna en Zimbabwe por cuarentena
Nelson Mahunde, un peletero de 70 años, avanza por las calles desiertas del centro de Harare para cobrar su pensión mensual. En una mano tiene su carné de pensionado; con la otra mano sostiene firmemente su bastón mientras camina.
El frágil y simpático hombre ha viajado casi 100 kilómetros desde Murehwa para recibir una magra cantidad de dinero, el equivalente a 10 dólares. Para su desazón, el banco está cerrado. Le ruega al guardia de seguridad que le preste suficiente efectivo para el ticket de vuelta pero el tipo no tiene dinero. Mahunde se da vuelta y se hunde en la desesperación. No tiene idea de que Zimbabwe se ha sumergido en una cuarentena nacional de 21 días para frenar el contagio de Covid 19. El país tiene ocho casos confirmados y un muerto. Zororo Makamba, un popular periodista de la TV local, murió la semana pasada.
“Nadie en mi aldea me dijo que los bancos hoy estaban cerrados. No sé qué hacer. Mi familia depende de este dinero para su supervivencia. Si es cierto que nadie se podrá mover por 21 días entonces mi familia morirá de hambre. Serán los 21 días más largos de mi vida. No hay nada en casa” dice Mahunde.
Aún debe conseguir algún trabajo como zapatero o remendón para pagar la medicina diaria que necesita el tratamiento de su hipertensión. Su pensión no cubre el costo.
“Esta pandemia vino a empeorar las cosas para nosotros aquí en Zimbabwe. Ya estábamos sufriendo, y ser forzados a permanecer en casa por tanto tiempo nos deprimirá aún más” dice mientras se aleja del banco.
Cruzando la calle Joyce Meki, una mujer de 52 años, se para junto a su kiosko de diarios esperando por clientes. Pero no hay nadie a la vista. La mayoría de los zimbabwenses hicieron caso a los llamados del gobierno a quedarse en casa.
“La comida es mi mayor problema, por eso vine a trabajar. No tenía opción. Pensé que era mejor venir al trabajo, tal vez alguien venga a comprar el diario. Pero no hay nadie aquí. Soy la única, estoy arrepentida de haber venido” dice Meki. Ella gana usualmente 5 dólares por semana, pero es insuficiente para satisfacer sus necesidades.
“Cuido a mis tres nietos, y todos me miran. Ahora que están en casa quieren comida todo el tiempo. Va a ser costoso para mí”.
Mientras la élite del país apiló sus despensas y heladeras con comida para pasar la cuarentena, los pobres no pudieron imitarlos. Con raciones básicas de harina rancia muchos temen que no han de sobrevivir. Hilal Elver, relator especial de la ONU sobre derecho alimentario, advirtió el año pasado que Zimbabwe estaba al borde de una inanición provocada por el hombre, con el 60% de la población enfrentando ya situaciones de hambre. Alertó que 7,7 millones de zimbabwenses –casi la mitad de la población-, afrontarán inseguridad alimentaria este año. Anunció que se necesitan 111 millones de dólares para ayudar a esta gente entre marzo y agosto. Por el momento, la organización está comprometida en proveer comida urgente a casi 4 millones de personas que dependen en este país de la ayuda alimentaria extranjera.
Agarrando una pequeña bolsa de compras, Peter Banda, un hombre de 62 años que vive en el barrio de Tynwald, espera impaciente un autobus que lo lleve a su casa. Banda ha gastado todo lo que tenía en comestibles para aguantar las tres semanas.
“Vine a la ciudad a encontrar comida, no puedo sentarme en casa y ver a mis nietos morirse de hambre. No puedo trabajar por mi cuenta porque padezco distintas dolencias que me obligan a comer sano. Sé que esto no será suficiente hasta el fin de la cuarentena pero espero que Dios nos proteja durante este tiempo” dijo Banda.
Los analistas políticos dicen que Covid19 puede ser devastador en un país que no provee servicios de salud aceptables a su población. Las fronteras han sido cerradas y las reuniones de más de 50 personas prohibidas, imponiendo el presidente Emmerson Mnangagwa una fuerte campaña para que el pueblo se quede en sus casas. Recientemente, los médicos y enfermeros hicieron una huelga por la falta de equipamiento de protección. Además de la falta de insumos básicos para combatir a Covid19, Harare carece de agua corriente, los cortes de energía son muy frecuentes, lo que hace imposible el elemental lavado de manos para la mayoría de los habitantes.
En el suburbio de Kuwadzana los residentes se amontonan alrededor de pozos comunales, elevando el temor de que el virus se extienda ante el contacto cercano. El mantenimiento de la distancia social parece aquí una meta utópica. Entretanto, los comerciantes aprovechan el aumento de la demanda, suben los precios y ello implica que las grandes masas ni dispondrán de papel higiénico.
“La cuarentena no va a lograr su objetivo si nuestras canillas continúan secas. Eso se le olvidó al tonto de Mnangagwa cuando proclamó la cuarentena” opinó Macdonald Moyo, un joven jugador de fútbol que sueña con ir a Europa cuando haya concluido el maldito Covid-19 su fea labor de eliminación de ancianos del Primer Mundo (y los grandes clubes europeos vuelvan a contratar promesas africanas).