Maveric

Maveric Prowles tenía ruidosos estornudos que atronaban en la noche.

Se sacudía alrededor de todas las habitaciones y asustaba a la gente.

Llamó el doctor, estaba espantado cuando a través de su estetoscopio escuchó el sonido de un sabueso ladrador, y el acre olor de humo.

¿Había una cura? ‘La más alta, la más pequeña’ dijo el estudioso doctor, luego hizo girar a Maveric y lo paró sobre su cabeza.

‘Al igual que yo, usted ha atrapado una gripe asiática, me temo que no podrá acercarse a perros a menos que se acerquen a usted’.

El pobre Maveric lloró. Se puso bizco, sus piernas se pusieron verde y azul.

El doctor lo golpeó con una cachiporra y le propinó un uno y dos.

Y entonces mi amigo, éste es el fin, una advertencia a los pocos: manténganse libres de doctores hasta el final o ellos se desharán de ustedes.

 

traducción: Hugo Müller

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