Raquero
Cuando llegue con corazón contento a los setenta me compraré un bote y saldré a navegar sobre un mar de verano,
y en una pequeña y solitaria isla que está bien alejada de los hombres,
en paz y alabanza pasaré los días que los dioses me concedan.
Porque estoy cansado de un esfuerzo tan vano e impiadoso,
y en una lejana y deslumbrante isla de hadas aprenderé a conocer el salto y el brillo del frenesí nuevamente,
y daré la bienvenida a cada mañana viviente con maravilla y deleite.
Y allí construiré una casa de cisne sobre la espuma cantarina,
con aleros melancólicos, donde ricas y alegres rosas trepen y se aferren,
con crotones en doble fila, como la viña y el panal, y árboles en llama goteando lluvia dorada, y pabellones de palma.
Y allí dejaré que el viento y la corriente hagan su voluntad conmigo,
y viviré hasta el fin con cariño y alegría, y beberé de la primavera de cristal,
y comeré lo que caiga de los árboles, tan simple como es un salvaje, tan descuidado como un muchacho.
Porque he llegado a pensar que la vida es una historia lamentable,
y todo por lo cual se quiebran nuestros corazones por ganar no tiene valor alguno,
porque la fama y la fortuna al final son incómodas y viciadas,
y es mejor soñar y descansar sobre una isla radiante.
Así borraré los años amargos de sufrimiento y desprecio,
y me olvidaré del miedo y la preocupación, la pobreza y el dolor,
y en una tímida y secreta isla seré un hombre recién nacido,
y daré forma a la vida según el deseo del corazón, y buscaré mi alma nuevamente.
Porque cuando llegue con corazón contento a los setenta,
con devoción espero que aún me quede lo mejor de la vida,
y entonces quemaré mis locos libros y romperé mi fútil pluma,
y buscaré una isla tranquila y en trance, que sueña eternamente.
Daré mi espalda a todo el mundo, le diré adiós a mis amigos,
en un parpadeo dejaré atrás el oro que tengo para dar,
y en una soledad enjoyada moldearé mi nueva vida,
y anidando cerca del corazón de la naturaleza aprenderé al fin… a vivir.
traducción: Hugo Müller