Muerte de una cucaracha
Abrí bien la puerta del baño y prendí la luz, cuando moviéndose veloz a través del piso vi una racha de ébano brillante: entonces rápido, con una zapatilla en mano, antes de que se escapara la golpeé.
Le erré una vez, le erré dos veces pero la alcancé antes de que ganara su guarida.
Me temo que mis palabras estuvieron lejos de ser bonitas, aunque es bastante raro en mí que maldiga:
¡Entonces sí! Pensé que aquella cucaracha desfalleciente me miraba con algún reproche.
Yo dije: “No pienses que te envidio el aliento, odio desparramar tu sangre verdosa,
¿pero por qué invitas a tu muerte desplazándote por el piso de mi baño?»
El (o ella) dijo «Es porque la aventura es mi destino. Fui planeada por la evolución,
y maravillosamente hecha como tú, y me dirijo a comprender al mismo Dios que nos concibió a los dos:
Señor, aunque dé el golpe de gracia aún una cucaracha tiene derecho a vivir».
Yo dije: “Por supuesto tienes un derecho, pero no a manchar el piso de mi baño.
Y aunque te golpee con la zapatilla deploro moralmente tu condena…
Desde la oscuridad del sótano al espacio estelar dejen que los bardos y las cucarachas tengan su lugar.
traducción: Hugo Müller