Colina de hormigas
Hormigas negras hicieron un montículo mohoso bajo mi pino púrpura,
y a menudo me encontrarán contemplándolo maravillado.
Aún mientras observo, de algún modo es extraño que sobre su ocupado esfuerzo
me sienta como un dios irónico examinando la lucha humana.
Entonces un día vino mi sirvienta y justo a tiempo la atrapé,
porque en cada brazo lozano cargaba un cubo de agua hirviendo.
Ella dijo con alegría: «Cuando derrame esto pronto se quedarán sin vida”.
Yo dije: «Si llegas a matar una, ¡tú, perra!, te mandaré a empacar”.
Sólo pienso –diez mil vidas ansiosas en aquella trabajosa construcción-,
¡sus hogares, sus bebés y sus esposas destruidos en una caída de explosión!
¡Imagina aquel rápido infierno escaldado!…
Y aunque puede suceder, me parece un fantástico paralelo traído de los pelos,
recuerdo… Hiroshima.
traducción: Hugo Müller