Vacas

Amo observar mis siete vacas navegar en charcos de aguamiel con rodillas culpables,

pero aún más amo verlas masticar la rumia tan tranquilamente en el alivio del crepúsculo.

Cada una es la imagen del contento, desde las fragantes horas pasadas en el trébol,

en medio de la hoja y el barro, mientras arriba y abajo sin pausa

mecánicamente mueven sus quijadas para masticar la rumia.
Amigo, hay una esperanza para mí y para ti: decidamos masticar y masticar con fuertes molares,

el hombre que aprende a masticar con paciencia puede controlar su destino, prolonga su vida.
En la salivación está la salvación: así si alguna tonta pequeña nación se debe bañar en sangre,

tomemos una lección de la vaca, y aprendamos en el largo anochecer de la vida a masticar la rumia.

 

traducción: Hugo Müller

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