Té del mediodía
Como estaba diciendo… (No, gracias, nunca le pongo crema a mi té, las vacas no estaban permitidas en las trincheras, estoy fuera del hábito, lo ves.)
Como estaba diciendo, nuestro coronel saltó como un niño de diez:
“¡Vamos, muchachos!» grita, «y les mostraremos», y se encaramó a la cabeza de los hombres.
Entonces una cosa esférica pareció tocarlo, y sintió un golpe en su rostro…
Oh, murió como un verdadero soldado británico, y la última palabra que pronunció fue “¡Maldita sea!”, ¡y la diñó!
Amaba al viejo compañero, y algo justo explotó en mi cerebro,
y no me preocupé más por las balas que por una ducha de lluvia.
Era una sensación horriblemente divertida (digo, este en un bonito té alegre),
sentí como si algo se hubiese roto, ¡por Dios! De repente estaba libre.
Libre para un momento glorioso, más allá de las reglas y las leyes,
libre para revolcarme en el crimen, como el tipo de la Edad de Piedra.
Entonces continúe protegiendo alegremente una rabia frenética personal,
y aunque todos mis compañeros estaban detrás, sintiéndose terriblemente solos,
con las balas y bombas resonando, y el crack y el zumbido de las granadas,
me hallé canturreando «Ben Bolt»… (¿me pasas el azúcar, viejo amigo? Dos terrones, por favor)… ¿Qué estaba diciendo? Oh sí, la vieja y alegre embestida,
simplemente nos lanzamos a través de la barrera, y adentro con un rugido y un golpe.
Mis compañeros –el viejo Nick no pudo detenerlos-, adentro, adentro fueron con un grito hasta que asaltaron las bolsas de arena de los boches,
nada más que decir: una trinchera tan golpeada y andrajosa que ni siquiera una rata hubiese
podido vivir allí,
algunos cadáveres enredados y destrozados, alambre que podías atravesar por un tamiz.
Las viejas alegres armas nos han engañado, nos estafaron sacándonos de nuestro espectáculo,
y mis compañeros estaban simplemente anhelantes de una contienda roja con el enemigo.
Entonces les grité para que me sigan, y adentro avanzamos rugiendo nuevamente,
en la batalla afilada y exultante, a la lluvia plomiza.
Entonces de pronto una ametralladora ladra desde un pedazo de banco,
y nuestro mayor ruge furioso: “Tenemos que tomarlo por el flanco”.
Estaba corriendo como el fuego para dirigirnos, cuando se viene abajo como una piedra,
y lleno de balas “de máquina de escribir”, como un almohadón está lleno de plumas.
Entonces tomé su trabajo y los teníamos… ¡Por Dios!, los teníamos como ratas,
luchamos abajo como gatos Kilkenny en un profundo cráter de bomba.
Fue placentero sólo por un momento estar refugiado y fuera de alcance,
con alguien a quien veías para golpear, hacía un cambio aceptable.
Y a los boches que perdían mis balas mis compañeros le daban un golpe de bayoneta,
y todo el tiempo, recuerdo, silbaba y zumbaba «Ben Bolt».
Bueno, aquel pequeño trabajo estaba hecho, así corrimos como demonios por cuero
a la segunda línea de trincheras, ahí es donde comenzaba la diversión.
Porque aunque los combatíamos con furia todavía había algunos boches rondando,
y mis compañeros, con los ojos brillantes y dientes apretados, como terriers los doblegaban,
entonces me tropecé en una de sus excavaciones y grité “¿Hay alguien allí?»
y una voz, «Sí, uno, pero estoy herido» vino desamayada subiendo por la angosta escalera,
y mi hombre estaba descendiendo delante de mí, cuando de repente ¡un grito, un disparo!
(Digo, esta torta es deliciosa. La hiciste tú, ¿no es así?)
¿Mi hombre? Oh, ellos mataron al pobre demonio, porque si había uno había diez,
entonces luego de que los bombardeé suficiente fui abajo a la cabeza de mis hombres,
y cuatro intentaron escabullirse de una litera pero arrinconamos a los sinvergüenzas muy bien,
no entraré en detalles, fue un desastre aquel pedazo de la batalla.
Pero más allá de toda su confusión bestial, hablemos de cosas placenteras:
las polleras que están usando las muchachas, ridículas cosas mullidas,
tan cortas que muestran… ¡Oh, cuélguenlo! Bueno, si debo hacerlo, debo hacerlo.
Limpiamos la segunda línea de trinchera, lanzando bombas y bayoneta,
y adentro seguimos hacia la tercera, bastante callosos para crujir por el momento,
y algunos de nuestros compañeros que nos pasaban hacían doblete en fila,
y mis chicos, bueno, no los podía sostener (es extraño lo que ocurre con la sangre,
de algunos modos es como el whisky: si lo pruebas debes tomar más.)
Sus ojos eran como guías de batalla, ¡por Dios, señor!, no podían apaciguarse,
entonces los guié en la avanzada por el escudo-bomba, corriendo como un condenado.
Oh, no tomó demasiado arribar allí, aquellos que alcanzaron a hacerlo,
las ametralladoras eran ciertamente crónicas, la pelea suficiente para espantar.
Oh sí, omití contarte, tengo heridas en el pecho y la cabeza, y mi cabeza se convirtió en un trapo de escopeta, y mi rostro gomoso y rojo de sangre.
Estoy pensando que me veía como un loco, imagino que me sentía como uno también,
Medio desnudo y balanceando un rifle… ¡Dios!, qué glorioso “hacer”.
Mientras me siento aquí en el viejo Piccadilly, bebiendo mi té de mediodía,
veo un ciego demonio, achispado de balas, y es difícil creer que sea yo,
vi un demonio salvaje, dañado por la guerra, golpeando a izquierda y derecha,
y zumbando «Ben Bolt» bastante alto, y disfrutando enormemente la lucha.
Y en cuanto a mis hombres, ¡que Dios los bendiga! Los amé por siempre desde entonces:
combatieron como los ángeles brillantes, son la elección de la tierra, mis hombres.
Y la trinchera era una carnicería maloliente, no se veía un boche vivo,
entonces pensé, aunque al concluir la travesía vine a un grupo de cinco,
y cuatro de ellos arrojaron sus avíos, pero el quinto oficial, un sargento, era un juego,
y aunque yo tenía una bomba y revólver el vino hacia mí igualmente.
Una cosa divertida que te cuento, simplemente no podía mandarlo al infierno,
entonces apunté al punto de su quijada, y él cayó como un bolo.
Y entonces cuando lo traje a la razón, no estaba medio mal, aquel alemán,
vendó mi cabeza y mis costillas tan bien como lo hubiera hecho el doctor.
Entonces volví con mis boches, tan contento como un potrillo,
y de pronto me conmovió un borracho, aún estaba canturreando «Ben Bolt».
Y ahora, ¡por Dios!, cómo te he aburrido. Me has dejado farfullar,
hablemos de las cosas que importan, tu auto o el juego más nuevo…
traducción: Hugo Müller