Shakespeare y Cervantes
Obituario, 23 de abril de 1616
¿No es extraño que en esta fecha común dos titanes de su era, de todos los tiempos,
deban renunciar juntos a este estado mortal, y ascender como dioses, inmaculados y sublimes?
¿Deberían mutuamente rendir al fantasma y tomados de la mano reunirse con el invitado celestial de Júpiter?
¡Qué maravillosa bienvenida de los escribas en lo alto!
Homero y Virgilio estarán esperando allí, Platón y Aristóteles parados cerca,
Petrarca y Dante saludan al par sin igual: y mientras en armonía hacen su saludo
Horacio podrá bromear: “Gran oportunismo el de ustedes”.
¡Imaginen a este trascendente equipo arribar a algún banquete hilarante de los dioses!
Sus naciones combatieron cuando estaban vivos, y fueron amargos enemigos, ¿pero cuál es la oportunidad?
Actor y soldado, felices tomados de la mano, unidos por la muerte, se paran como hermanos amorosos.
¡Pero qué diversos! Nuestro Will tenía oro y herramientas, tierra y propiedades, el brillo del éxito,
el sombrío castellano combatió con casco y lanza, más o menos pasó su vida en prisiones.
El bardo de Avon era un reconocido hombre rico, Cervantes a menudo dormía en una zanja.
Aún cuando me desprendo de esta carne, si pudiera encontrar por dulce, fantástico destino
a alguno de estos dos, en lánguido retiro elíseo, ¿a cuál eligiría?
Buen lector, ¿a quién eligirías tú?
Bueno, aunque nuestro William escribió más divinamente, ¡por Dios!, el terrible español tiene mi voto.
traducción: Hugo Müller