Anti-profanidad
No insulto porque soy un tipo dulce y sobrio, no puedo aventurar una sola condena por más duro que lo intente.
Y de un modo insultante, aunque la recuerdo bien, jamás, jamás dije una palabra escabrosa como infierno.
No necesitan intentar levantar mi cólera, soy más manso que un cordero,
no importa cómo quieran sacarme de quicio, me rehúso a decir ¡Maldito dios!
En circunstancias fraguadas por la furia mi lengua es siempre civilizada,
y aunque me provoquen no los enviaré al diablo.
Y no, jamás, jamás insulto, la profanidad no paga,
maldecir no les llevará a ningún lado (y tampoco a rezar) y entonces corto toda blasfemia.
Cuando la leche de la amabilidad cuaja: pero aunque jamás las pronuncie, ¡Dios!, cómo conozco las palabras.