Muchacho de pico golpeador
Hasta ayer banqué la fama pugilística, imaginando que puedo ser un campeón del ring.
Hoy medio que quiero abandonar el juego, porque todos los sueños rosados se han volado,
desde que anoche en una pelea secundaria deje que un negro me noqueara.
Debió ser la costilla que me comí, pudieron ponerle droga, son vivos los tipos apostadores,
porque alrededor de mi corazón sentí un peso pesado, una puñalada de dolor que me puso así.
Pero oh, el aliento de los fans era dulce, y jamás me había reconocido en la derrota.
Tenía al negro azotado, dos veces se cayó, y había otro round para continuar.
Jugaba con él, lo hacía parecer un payaso, aún él estaba en juego, y cambiaba golpe por golpe.
Y entonces aquel dolor pistón, la oscuridad de la condena…
Como carne me arrastraron a mi vestuario.
Entonces esa ha sido mi recompensa por mi apuesta a la fama.
Pero ayer mi cabeza estaba en el cielo, y ahora me escabullo y me hundo en lamentable vergüenza,
y odio mirar a mis aficionados a los ojos.
Ellos piensan que abandoné la lucha, siento que los gusanos del ring me toman por un bajo canalla.
Oh, seguramente hubiese podido continuar ¡pero bueno!
Es duro en lo mejor ser un cerdo mexicano, rogar por combates,
aún sin juntar lo suficiente para una alimentación decente en mi vestimenta,
ir a besar lonas hasta gorronear tragos como un borrachín.
¡Por Dios, no! Me golpearé las tripas hasta que muera.
No seré un borracho en ningún salón barato.
Le daré a los escribas de la prensa la mentira, regresaré a los rings, sí, y pronto.
Les mostraré el despreciable deporte, entrenaré y entrenaré, los escucho alentarme,
¡oh, Cristo! El dolor, el dolor…
Jefe de la Cuadra: “¡Pobre tipo! Estás hundido, nunca más pelearás”.
traducción: Hugo Müller