Horacio

Su retrato cuelga en la pared. Oh, cómo solía contemplarnos.

¡Cada domingo cuando hacía mi llamada! Y cuando un día no estaba allí

bastante rápido parecí entender que la luz estaba verde para tomar su mano.

Sus ojos estaban amorosamente encendidos, sabía que a ella no le importaba para nada.

Aún lo que hice fue sentarme, sentarme viendo aquel vacío en la pared…

Horacio tenía un rostro gentil, ¿cómo se vería mi jeta en su lugar?
¡Aquel oblongo empapelado palideció! Y mientras ella parloteaba bellamente

sentí la luz roja encenderse, entonces rehusé una taza de té,

tomé mi sombrero y mi bastón de punta dorada, mi partida parecía abandonar su piso.
Horacio era un tipo decente, y cuando el corazón de ella se arrebató,

ella me parecía una presa mejor hombre que yo, bueno, sólo una puta:

no puedo explicar su falta de tacto. Su imagen, ¿está colgada nuevamente?

 

traducción: Hugo Müller

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *