Escena doméstica

La comida se había terminado, la lámpara estaba encendida,

la familia estaba sentada en su brillo, la madre no cesaba de tejer,

la hija no aflojaba de coser, el padre leía las noticias vespertinas,

el hijo estaba jugando al solitario: si la paz pudiera elegir un hogar feliz

estoy seguro que juraría que estaba allí. Pero…
la Madre: “¡Ay!, este duro bulto en mi pecho…

Voy a ver al viejo doctor Brown porque no me da descanso,

él teme que puede ser maligno. Bien se puede operar,

y contener un rato el mal pero oh, no me atrevo a decirle a mi gente,

y entonces me siento, tejo y sonrío”.
el Padre: “Debo la hipoteca de la casa, mi cuenta bancaria está al descubierto,

estoy en mi ingenio final para ver qué hacer, me he hundido, ahora mi esperanza se ha ido.

Mis acreedores llaman para que los cubra, pero estoy tan profundamente en rojo…

Si llego a perder lo que tengo pondré una bala en mi cabeza”.

la Hija: “Hago lo mejor que puedo para sonreír, pero es tan difícil aparentar alegría.

Mi amante es un hombre casado, y ahora su hijo está en camino.

Ya no puedo ocultar mi proyecto, y aunque cargue con su amarga culpa,

a mis seres queridos debo revelarles mi pecado, mi pena y mi vergüenza”.

el Hijo: «Siendo cajero en un banco no debería ser diestro en un juego de blackjack.
Pero para mi ruina debo agradecer a mi locura por una dama callejera.

Me acobarda enfrentar al gerente, si revisa mi efectivo estoy hundido…

Antes de que me arrojen a una celda estimo que mejor será acostarme”.

Así estaban sentados en la tarde invernal, calmos en una dulce serenidad,

tan en paz que apenas podrían creer que compartían los tormentos de los condenados…

Aún ahí la madre sonríe y teje, la hija cose ropa interior blanca,

el padre lee, fuma y escupe mientras el muchacho juega al solitario.

 

traducción: Hugo Müller

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