Mi Madona

Me conseguí una mujer de la calle, sinvergüenza, pero oh, ¡tan linda!
Le ordené que se sentara en el asiento de modelos y la pinté sentada allí.

Oculté cada rastro de su corazón sucio, pinté un bebé en su pecho,

la pinté como debió haber sido si lo peor fuese lo mejor.
Ella se rió de mi imagen y se fue.

Entonces vino un conocedor, y con un asentimiento

lo escuché decir: “Es María, la Madre de Dios”.
Así que pinté un halo alrededor de su cabello, y la vendí y tomé mi honorario,

y cuelga en la iglesia de San Hilario donde ustedes y todos la pueden ver.
traducción: Hugo Müller

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