Esposa bretona
Cuando Jan se fue al mar nos casamos en un invierno,
y ahora la rosa de laurel está roja y espero en el muelle.
Observo con espanto su barco de atraque pero oh, ¿dónde está él?
«No llore, valiente mujer» -dijo el capitán.
“El retornará a usted, está en una cama en el hospital en Rio, en Brasil,
y aunque sé que no está muerto no conozco su enfermedad”.
Escribí al Hospital de la Marina y pronto vino una respuesta.
Las palabras textuales de la enfermera fueron:
“Su esposo no morirá, pero debe esperar un barco cansado, no puedo decirle por qué”.
Los meses de sol pasaron corriendo. Escribí a cada correo pero siempre vino la misma respuesta:
“Su paciencia no debe fallar. Y aunque su buen compañero no morirá,
no podemos contarle su dolencia”.
* * * * * * * * *
Se fueron diez meses, él está de regreso pero envejecido por un montón de años,
y me dice con una mirada de dolor que no viajará más,
y en la marcha, con vano anhelo contempla desde afuera de la puerta.
Y en el sueño él gira y se lamenta con amarga culpa
de los jades españoles más allá del mar, que le forjaron una maligna vergüenza,
así por siempre en él estará desolada la enfermedad sin nombre.
traducción: Hugo Müller