El voluntario

Yo digo: ¿Me llama mi país? Bueno, llamémoslo.

Sonrío cortésmente y declino con gracias.

Vamos, dejemos que enyesen cada pared arruinada,

aquí hay uno que no estamparon en las filas.

Ellos, los políticos con sus modales groseros, aferrados al imperio, ¿pelear por ellos?

¡Me temo que no! He visto venir este lío desde días remotos,

He sentido elevarse e inflarse mi pasión pero… ¿Qué demonios, Bill, qué demonios?

Yo digo: ¿Mi país, el mío? Me gustan sus mejillas.

Me bañan con barro junto a los autos que conducen,

lo que hacen mis miserables treinta dólares por semana,

¡y sudo en rojo sangre para mantenerme vivo!
Lucho por el derecho al esclavo que ellos deben gastar, ellos en sus mansiones,

¿yo aquí en el fango? No, dejemos que ellos luchen, que tienen algo por defender:

pero yo, no tengo nada, dejen que venga el Kaiser.
Y así maldije duro y bien pero… ¿qué demonios, Bill, qué demonios?
Yo digo: Si ellos hicieran la cosa decente, y protegieran a las señoritas y los pequeños,

porque incluso debería gritar “Dios salve a la Reina”,

y enfrentar las chances de sus armas hambrientas.
Pero tenemos tres, otro en camino, es lo que me hace gruñir y me pone mal:

la esposa y alicates, ¿qué de ellos?, digo, ¿si soy derribado en la maldita guerra?

Ser alcanzado justo por una bomba, pero… ¿qué demonios, Bill, qué demonios?

Ay, ¿qué demonios la utilidad de esta charla?
Hoy algunos muchachos tristes pasaban a mi lado,

y algunos no tenían piernas para caminar, y algunos no tenían ojos para ver,

y bueno, no podía mirarlos a la cara, y así estoy yendo,

yendo a declarar que estoy bajo 41 y tomar mi lugar para

ir a la música con el grupo allí.

¡Un loco! -dirán. Tal vez tengan razón.

No tendré paz a menos que luche.

He cesado de pensar, sólo sé que tengo que ir, Bill, tengo que ir.

 

traducción: Hugo Müller

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