El nobel de la paz etíope guerrea a su pueblo

Los antecedentes de los premios nobel de la paz revelan que en los últimos años –pero en verdad desde siempre- se les ha otorgado el premio a candidatos y/o políticos poco propensos a la concertación y al diálogo. Parece que hay que ser una hiena o una bazofia humana para merecer el galardón. Ya el hecho de que se lo hayan entregado a Kissinger o a Obama, con todos sus bombardeos y muertos a cuestas, genera un poco de duda. Pues bien, vayamos a la realidad del tiempo, que marca que estamos en 2019, y que el vencedor este año ha sido el primer ministro etíope Abiy Ahmed, argumentando los expertos y científicos escandinavos en la materia que Abiy contribuyó notablemente en la firma del paz con su vecina, y tradicional enemiga, Eritrea.

Pues bien, a la semana de recibir encantado el cheque por su premio, y habiendo olvidado su discurso donde pregonó todas las ventajas y virtudes del sistema colonial explotador que exprime a su país y continente, como no podía aflojar, mandó a reprimir una manifestación encabezada por su enemigo político, Jawar Mohammed, en Oromia. Al menos 67 personas perdieron la vida en el evento, 62 abatidas por fuerzas de seguridad, tal como informó Kefyalew Tefera, el jefe de la policía regional, y 5 policías que recibieron heridas de bala en distintos miembros y de diverso calibre.

Fisseha Tekle, un investigador de la ONG Amnistía Internacional (AI), denunció que los policías dispararon en muchos casos contra los manifestantes y que las protestas estaban derivando en un enfrentamiento étnico y religioso. Mohammed, un exaliado del premier etíope, ya tuvo un papel importante en el fin del gobierno del anterior primer ministro, Hailemariam Desalegn, y aseveró que no va a detenerse hasta sacar “de una patada en el culo” al presuntuoso (y auténtico asesino) nobel de la paz.

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