Gangrena
A menudo en el medio de la noche me despierto en mi cama
con un pánico total del susto de encontrar mis pies muertos,
y doy un paso en el piso para calmar mi dolor y hacerlos revivir.
La gente en casa es tan discreta, me ven caminar y caminar
para mantener la sangre fluyendo en mis pies,
y aunque nunca hablan los he escuchado susurrar:
‘Madre, debería cortárselos algún día’.
¡Cortar mis pies! Preferiría morir… Y aún los años de dolor,
cuando yazca en la oscuridad y rece a Dios en vano, pensando en agonía:
Oh, ¿por qué los doctores no pueden anular nuestro aliento en la honorable muerte?
traducción: Hugo Müller