Abuelo
Y entonces cuando alcanzó mi cama el General se detuvo:
“Mi bravo y joven compañero, sacudiría tu mano” dijo él.
Entonces levanté mi brazo, el derecho, que nunca había tenido mano,
sólo un muñón, una visión justa para espantar.
«Bueno, bueno. ¡Ahora eso está demasiado mal!
Qué suerte lamentable. ¡Pero esa! Me da, mi muchacho, la izquierda en su lugar” dijo él.
Entonces desde abajo del borde de la sábana, me levanté y le mostré la otra,
un garfio tan horrible y sombrío, como su hermano espantoso.
El miró a cada muñeca cercenada, miró pero no habló,
y entonces se inclinó y me besó en cada mejilla.
Te preguntas ahora si me importaba que no tenía una mano para ofrecer…
Ellos dicen (sabes que soy ciego) que fue Grand-Père Joffre.
traducción: Hugo Müller