Sus muchachos

«Me voy, Billy, viejo amigo. ¡Sh, compañero! No hagas ruido.
Hay boches para golpear toda creación, el zumbido de una bomba a la distancia.

He fijado la nota a tu collar, tienes que regresar por mis muchachos,

tienes que retornar para advertirles antes de que amanezca”.

La orden llegó para que nos adelantemos a la línea de trincheras trazada en el mapa,

sé que los cascos de lata han metido la pata, lo sé y se los dije,

sabía que si hacía lo que me ordenaban caería en una trampa,

e intenté explicarlo, pero la respuesta vino como una pistola: “Vaya”.

Entonces pensé en los muchachos que comandaba, siempre los llamé “mis muchachos”,

los hombres de mi mismo reclutamiento, los compañeros de mi región,

probados en varias batallas, conocía sus penas y alegrías,

y los amaba a todos como un padre, con más orgullo que el de un padre.

Para marchar mis muchachos al matadero tan pronto como al amanecer,

para verlos masacrados indefensos, si todo lo que creía era verdad,

mis muchachos que confiaban en mí ciegamente, pensé e intenté orar,

y entonces me levanté y farfullé: “Son ellos o usted”.
Me levanté y me puse mi impermeable, abroché fuerte mi casco.

Recuerdo que tú me observaste, Billy, mientras tomaba mi bastón en la mano,
salté sobre los sacos de arena a la noche oscura,

al valle agujereado que nos servía como tierra de nadie.
Anduve sobre el vacío de odio, destrucción y muerte,

desde las alturas las escopetas estaban enojadas, con un vengativo gruñido de acero,

y de pronto en un momento de quietud escuché un duro y anhelante aliento y giré…

eras tú, viejo bribón, siguiéndome duro en los talones.
Imagino que te maldije, Billy, ¡pero no tanto como debía!
Y entonces avanzamos juntos hacia adelante, hasta que llegamos al borde del valle,

y entonces una granada murmuró… fue aún peor de lo que pensaba,

porque la trinchera hacia donde me dijeron que me moviera estaba repleta de boches.
Ellos me vieron también, y me tenían a su merced, me acribillaron hasta que caí,

y allí escribí mi mensaje con la sangre de mi vida menguando,

“ahora, Billy, tú, viejo y gordo patán, tienes que regresar como el demonio,

y alcanzarlos para cancelar aquella orden antes del amanecer.
Billy, viejo muchacho, te amo, beso tu negra y brillante nariz,

ahora, el hogar allí… Apúrate, tú, demonio, o te cortaré hasta los galones… verás…”

¡Pobre bruto, está acabado!, y yo muriendo… Me voy como se marcha un soldado.

Estoy feliz. Mis muchachos, ¡Dios los bendiga…! Debían ser ellos o yo.

 

traducción: Hugo Müller

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