Langosta para el almuerzo
Su rostro era como una langosta roja, sus piernas eran blancas como mayonesa:
“Tuve un almuerzo divertido” dijo él, aquel inglés de modos agradables.
“Nos hacen bien en nuestro hotel: en Inglaterra la comida es sosa en estos días”.
«Tuvimos una gran langosta para el alumuerzo, me la comí casi toda.
Y ahora fumaré y leeré mi Punch, y quizás un poco de siesta,
y luego me sumergiré en el mar y tendré apetito para el té”.
Los vimos sumergirse en el mar, con alegre risa, su esposa y él.
“George disfruta su comida” dijo ella, “en Leeds las langostas son difíciles de comprar.
¡Qué afortunados somos de pasar nuestras vacaciones en Francia!”
Y así lo observamos nadar y nadar, tan lejos que apenas podíamos verlo
hasta que su pelada cabeza se tornó oscura, y entonces vinieron sus tres hijos,
y todos lo esperamos a él, ah sí, un poco ansiosamente.
Pero George, ¡compañeros! nunca volvió.
De él fallaron en encontrar un rastro, su esposa e hijos visten de negro,
y extrañan un montón su rostro alegre…
Pero oh, cómo se ríen todas las langostas, y escriben su epitafio en la resaca.
traducción: Hugo Müller