Hijo
El se apuró, joven corazón de alegría, ¡bajo nuestro cielo de Devon!
Y lo observé irse, mi hermoso muchacho, y yo era una mujer cansada.
Mi pelo es gris y el suyo era dorado, él hubiese hecho lo mejor de sí para vivir,
y lo amé tanto, y soy vieja, soy vieja, y él es todo lo que tenía para dar.
Ah sí, él era orgulloso, veloz y alegre pero oh, ¡qué oscuros estaban mis ojos!
Con el sol en su corazón él se marchó, pero se llevó el sol con él.
¡Pero míren! Cómo las hojas están cayendo ahora, y el invierno no será largo…
Oh muchacho, mi muchacho con el semblante bronceado, ¡y los labios de amor y canto!
Cómo solíamos sentarnos al final dulce del día, los dos junto al brillo de la chimenea,
y nos dejábamos llevar por el valle de “simulemos” en el bello río del Sueño.
¡Oh, querido pequeño corazón! Pagaría agradecida, agadecida toda la riqueza oculta
si sólo por un momento pudiera sostener aquella dorada cabeza cerca de la mía gris.
Porque contemplo en el fuego, y estoy viendo allí a un niño, y él me saluda,
y yo corro y lo agarro en el aire, y él ríe y grita con alegría,
un pequeño manojo de amor y felicidad, gritando: “¡Ven, querida mami!”
¡Ah sí! Si él me llamara desde los confines de la tierra sé que mi corazón lo escucharía.
Aún el pensamiento viene estremeciendo a través de todo mi dolor: ¿de qué otro modo mejor hubiese muerto?
Sí, una pérdida como aquella es una ganancia gloriosa, y tristemente orgullosa estoy.
Porque la paz debe ser comprada con sangre y lágrimas, y los muchachos de nuestros corazones deben pagarla,
y así en nuestra felicidad de los días después, dejen que los bendigamos cada día.
Y aunque sé que hay una tumba ligera con una pobre pequeña cruz a su cabeza,
y el oro de su juventud que tan contento dio, aún para mí él nunca estará muerto.
Y el sol en mi casa de Devon estará alegre, y mi muchacho aún estará conmigo,
así estoy encontrando el corazón para reír y decir: “¡Oh Dios, si fuera tu Voluntad!”
traducción: Hugo Müller