Calmante siniestro
Dices que soy esclavo del destino, atado por leyes inalterables.
Yo escucho pero odio tus palabras, tu condenable efecto y causa.
Si no hay esperanza de una feliz oportunidad dame la bendición de la ignorancia.
Dices que mi vida termina con la tumba;
este cerebro, mi máquina de pensar, se pudrirá,
las millones de celulas que ocupan mi personalidad y pensamiento,
en términos del destructor de la oscuridad, proveerán un banquete para el gusano.
Dices, aún cuando brote tu sabiduría, a la cual soy irreconciliable,
mi mente lo admite, mi corazón se rebela…
¡Oh, déjame escucharlo como un niño, quien habló con aliento bendito desde un banco de trabajo en Nazaret!
traducción: Hugo Müller