Bolsonaro provoca incendios amazónicos pero indígenas le hacen guerra

Amenazados por el fuego, la deforestación y la invasión de matones y paramilitares bolsonaristas, el pueblo Xikrin del norte amazónico brasileño están dando pelea. Mientras las autoridades permanecen ociosas y Bolsonaro les quita sus derechos territoriales, la comunidad indígena ha tomado los asuntos en sus manos expulsando a los rancheros usurpadores y asesinos que ilegalmente vienen ocupando sus tierras e incendiando la selva.

Armados con rifles y porras de madera, grupos de guerreros xikrines vienen ejecutando acciones guerrilleras desde hace una semana en su extenso territorio del estado de Pará. Allí donde encontraron tierra arrasada por el fuego, desmontes y asentamientos ilegales, emboscaron a los invasores y confiscaron sus motosierras y otros instrumentos nocivos para la Madre Tierra.

En una expedición de 40 kilómetros los guerreros se sintieron empoderados. En un rito de guerra, marcharon de regreso a sus viviendas ecológicas de Rapkô. Al reunirse con sus familias, les mostraron los videos de sus hazañas contra los intrusos “hombres blancos”.

Tikiri Xikrin, un guerrero veterano, durante una ceremonia en honor al regreso exitoso del grupo, dijo: “¿Por qué estamos protegiendo nuestra tierra? Para que podamos cazar. Para que nuestros hijos y nietos puedan vivir bien en esta tierra. Mientras esté vivo el hombre blanco no ocupará nuestra tierra”.

Por ley, este juramento debería ser tarea de la policía federal. El gobierno le reconoció oficialmente en el año 2000, 1.651.000 hectáreas en Trincheira Bacajá. Los únicos que tienen derecho a vivir en ella son los 1.100 miembros de la comunidad xikrin. Pero sus derechos vienen siendo vulnerados y están más amenazados que nunca en la historia. Los empresarios acaparadores de tierras comenzaron a instalarse en junio del año pasado, abriéndose camino a motosierra y balazos.

Con los gigantescos incendios desatados, la deforestación alcanzó niveles alarmantes para los cínicos líderes del G-7. La tierra de los xicrin, supuestamente “área protegida”, es una de las más afectadas. Imazon, grupo de monitoreo de destrucción de la selva amazónica, reportó que en julio los emprendedores bolsonaristas aniquilaron territorios selváticos del tamaño de 1.500 estadios de fútbol.

Los problemas en la Amazonia brasileña tienen una larga historia pero Bolsonaro empeoró dramáticamente las cosas. Sus políticas y declaraciones anti-indígenas ponen en riesgo la supervivencia de los pueblos nativos. En una reunión de gobernadores amazónicos les espetó que los indígenas brasileños son utilizados por intereses foráneos que limitan el crecimiento de Brasil. Recientemente declaró en conferencia de prensa: “Ellos no hablan nuestra lengua, pero se las arreglaron para tener el 14% de nuestro territorio naciona. Este abuso se terminará conmigo”.

Bekara Xikrin, cacique de Rapkô, dijo que los usurpadores son enviados por el presidente. Y que los mismos tipos que atraparon en cabañas precarias les confesaron que “Bolso” les dio “vía libre” para matar indios.

Un invasor al que tuvieron media hora entre una porra y un muro de madreselva les prometió que ayudaría a la comunidad a trabajar su tierra. Bekara lo absolvió pero le advirtió que no necesitan ayuda, que los viejos guerreros son custodios del territorio y que la deforestación es sancionada con muerte, y que el hambre en la región estimulará la panzada de hombres blancos que se van a dar.

Las acciones defensivas de los xikrines no harán retroceder a los invasores. En un audio de WhatsApp un hombre blanco amenazó a los guerreros y prometió venganza. Por su parte, la policía ya les aseguró que hará “la vista gorda” cuando decidan el ataque, y que el objetivo era secuestrar mujeres indígenas de todas las edades para la trata de esclavas sexuales, que es otro negoción de los amigos de Bolsonaro.

En la cuenca del río Xingú hay otros territorios indígenas amenazados. La represa hidroeléctrica de Belo Monte ya ha generado un impacto ambiental avieso a la naturaleza, trayendo el influjo de “gente de negocios” y trabajadores..La municipalidad de Altamira, la principal ciudad de la cuenca, es la más afectada por los incendios, y a la vez tiene el privilegio de haber sido declarada “la ciudad más violenta de Brasil”, siendo éste un orgullo que le encanta a Bolsonaro. Parece que Sodoma y Gomorra fueron un cuento de niños al lado de cómo está ardiendo esta pujante ciudad brasileña.

Pueblos hermanos de la cuenca como los apyterewa y los itatá también están padeciendo la invasión de ganaderos bolsonaristas. La dimensión infernal de la deforestación es irreversible y probablemente extinga a los guerreros que resisten las políticas del gobierno brasileño. Igualmente, están orgullosos de lo que están haciendo, y no temen los contraataques de las fuerzas bolsonaristas. Sosteniendo una hoz en sus manos, Tikiri Xikrin se ve desafiante al declarar: “No temo a los invasores blancos. Tengo coraje. Tenemos coraje. Si vienen a iniciar un conflicto pelearemos”.

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