Amante de la luna

I
La luna es como una pelota de ping-pong, me inclino contra la pared del huerto,

y la veo remontarse en el vacío, una esfera sedosa de celuloide.
Luego un fuego de hadas la ilumina, como el de la telaraña encendida por una cerilla,

hasta que brilla sobre los árboles, tan madura como un queso chedar.
Y arriba y arriba la observo presionar hacia la espantosa soledad,

como reinos de hielo sin una mancha, el cadáver de la luna viene a la vida nuevamente.
Despiadada, sumerge a una estrella vigorosa que busca su verdadera forma para mostrarse,

pareciendo crecer con energía conciente, y más dulce, más pura, con un brillo más agradable.
Soñando serenamente en el cielo hasta que exultantemente elevada,

relumbra con soberbio deleite la nave plateada de la noche.

II
Tengo un pacto que comunicar, una medianoche mensual con la luna,

contemplo y contemplo su rostro y encuentro dulce entendimiento en él.

Me siento tan quieto como un sapo y cuento mi historia de los días con ella,

la teselada historia que he hecho girar en treinta hechizos de estrella y sol.
Y la luna escucha pensativa, tan plácida como un cordero para mí,

hasta que pienso que estamos solos nosotros  dos en el mundo plateado de niebla y rocío.

En todo el espacio de lentejuelas, sólo yo para contemplar la luna conmoviendo el cielo,

de billones de seres yo solo para alabar a la luna tan quieta como una piedra.
Y sellar este lazo entre los dos, más cercanos que lo que jamás conocieron los mortales,

así como entona a las masas enmudecidas la luna es mía y sólo mía.

III
Para conocer la luna como pocos hombres deben uno debe ser un poco vidente,

y por el bien de nuestra amistad estoy contento de ser sólo un poco loco.

Y uno con todas las cosas sabias, salvajes, la gente furtiva de piel y alas

que sostiene a la luna dentro de sus ojos y le hacen un sacrificio nocturno.
Oh, observaré a la doncella luna danzar sobre el mar con calzado plateado,

pero con la reina luna conservaré mi cita cuando todo el mundo esté dormido.
Mientras mantuve por tierra y mar mi cita por medio siglo,

entrando en sibilino suspenso más allá del mundo del sentido común.
Hasta que una noche la luna sola mirará sobre una lápida…

Me pregunto si me extrañará entonces, su amante más fiel entre los hombres.
O estará mi fantasma anhelante allí, por eras oscuras para contemplar y contemplar

las noches plateadas sin conmoverse, el eterno adorador de la luna.
traducción: Hugo Müller

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