Winnie

Cuando pasaba por la puerta de la pradera la yegua castaña trotaba a mi encuentro,

y mientras se aproximaba yo esperaba, ella relincharía saludándome.

Y yo besaría su nariz sedosa, y frotaría su cuello hasta relucir,

Y hablaría palabras suaves: no supongo que ella las comprenda, ¡pero cómo escuchaba!
Luego fui atrapado en la red de la guerra, volví tres negros inviernos más viejo,

y cuando busqué a la pequeña yegua el granjero me dijo que la había vendido.
Y así el tiempo pasó, cuando un día en la calle escuché un relincho lastimero

que me despertó un dulce recuerdo, entonces giré y allí estaba Winnie.
Juro que me conocía, vagando allí.

Ella levantó su nariz para que la acaricie, y aunque perdí un brazo

juraría que ella besó la manga de mi camisa vacía.
Pero oh, me cortó el corazón, porque estaba terriblemente contento de encontrarla,

¡porque sí!, ella arrastraba el carrito de un calderero,

y se tambaleaba débilmente mientras él la golpeaba.
Sólo piel y hueso, ¡una yegua lamentable!
Digo, compañero, puedes pensar que es divertido:

Hice un trato y la traje de nuevo, aunque me llevó todo mi dinero extra.

Y ella estará allí, en la pradera, tanto como tenga pasta para gastar…

¡Sí!, cuidaré a aquella vieja yegua,

“¡Cariño!, tendrás un final feliz”.

 

traducción: Hugo Müller

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