El odio prevalecerá

La banda islandesa Hatari, con su oscura estética sadomasoquista, es una contradicción flagrante. En el escenario el grupo, cuyo nombre significa “odiador”, se presenta con un distópico vestuario inspirado en el fascismo, con diversos instrumentos para flagelar y derramar sangre. En persona, hablan suavemente y a veces están optimistas y animados.

Han golpeado al festival de Eurovision en Israel –que es el tema de sus llamados al boicot por el tratamiento del país a los palestinos- acusándolo de estar “construido sobre una mentira”, diciendo que es pura propaganda y lavado de cara. A pesar de ello han acordado representar a su país en Tel Aviv esta semana, expresando genuino amor por el mensaje de unidad y diversidad que transmite el festival.

Mientras el propósito fundante del grupo era desterrar el capitalismo, hoy son dueños de una empresa vendedora de indumentaria y merchandising, y descaradamente promocionan su propia agua gasificada, prometiendo “el agua más pura de la Tierra”.

“Por supuesto, desmantelar el capitalismo es un asunto costoso” dice Matthias Tryggvi Haraldsson, uno de los líderes del grupo, con monótono sarcasmo.

La competencia mundial más grande de canciones por TV alardea de una orgullosa historia de baladas pop livianas, en el sentido pesado de la diversion y el brillo, siendo una maravilla que un grupo altamente sexualizado, con ropa negra de cuero, que se divierten tumultuosamente con el dolor, participen en la contienda con una canción titulada “El odio prevalecerá”.

“Algunos de nuestros fans en Islandia son así de corazón” –explica Klemens Hannigan, el otro líder, sus aretes de oro colgando, enmarcados por un mechón de pelo rubio.

Estos primos, ambos de 25 años, soñaron con la performance artística del grupo durante un paseo en el sol nocturno de Reykjavík hace varios años, contemplando el ascenso del populismo en Europa. “El odio prevalecerá” llevó las cosas adelante, imaginando un futuro oscuro. El estilo militarista y autoritorio del BDSM (siglas en inglés del subgénero porno: esclavitud, disciplina, sadismo y masoquismo) parecía apto y fueron bienvenidos, dice, con los brazos abiertos por la comunidad fetichista islandesa.

“Nos contaron de la importancia del consentimiento y la confianza, antes de proceder a azotarnos” dice Tryggvi Haraldsson. El director de la sociedad BDSM nacional se transformó en un aliado e incluso aparece en un video musical el grupo.

Einar Hrafn Stefánsson, el tercer miembro de la banda, es un baterista que se presenta en los shows con una máscara. Recientemente fue visto en una playa de Tel Aviv con botas y cadenas de metal. “Lo dejaron salir por un par de horas, de otro modo estaría encerrado en su habitación del hotel” dice Hannigan.

Hatari emergió como la actuación más controversial este año, colocando a la política en el escenario en una competencia que pretende mantenerse a duras penas como apolítica, al punto de censurar letras y discursos en sus reglamentos.

Con su humor serio, Hatari ha desafiado al primer ministro Benjamin Netanyahu a un combate de lucha tradicional islandesa (agarrándose de los pantalones), el día posterior a la final de Eurovision, que será arbitrado por un referí neutral sponsoreado por Naciones Unidas. Si ellos triunfan el 18 de mayo, habrán ganado el derecho de tomar control de territorio israelí para conformar el primer énclave liberal BSDM. Los paralelismos con los asentamientos israelíes en territorios palestinos ocupados son claros, aún cuando Hatari no lo haya señalado explícitamente.

Sus pronunciamientos han enojado a sus seguidores israelíes y sin dudas han causado ansiedad entre los organizadores de Eurovision. Hubo presión pública al ministerio del interior para que les prohibiera su ingreso al país, y dicen que los eventos previos a la competenecia en Tel Aviv han sido problemáticos.

“Hay una tensión” dice Tryggvi Haraldsson, añadiendo que han recibido mensajes de odio. “Hay un elefante en la habitación”.

Eurovision, creada en 1956 como corolario de la segunda guerra mundial, siempre ha sido profundamente, sino totalmente, política. Países con cercanía lingüística, étnica o lazos diplomáticos a menudo se votan entre sí. La canción de Armenia de 2015, originalmente titulada “No nieguen”, fue interpretada como una referencia al negacionismo turco del genocidio. Este año Ucrania se retiró de la contienda porque su cantante acusó a la emisora nacional de presionarla para que obedezca la prohibición de dar conciertos en Rusia, que anexó Crimea en 2014.

Israel ha buscado usar Eurovision para conquistas políticas, originalmente planeado para celebrarse en Jerusalem en una campaña por el reconocimiento internacional de la ciudad santa como capital. Los organizadores en cambio eligieron Tel Aviv.

“Por supuesto, Eurovision es una cosa bonita basadas en ideas de paz y unidad, y este año se realiza en un país que está estropeado por el conflicto y la desunión” dice Tryggvi Haraldsson.

“Con la narrativa superficial de una competencia de canciones pop de amor y paz pretenden salir adelante indemnes en un contexto que desde nuestro punto de vista es extremadamente político. Todo el que participa de esto está participando de una declaración política, estén o no advertidos de ello”.

Para hacer retroceder a sus detractores, el primer punto de llamado luego de su aterrizaje fue conducir a la ciudad más grande de la Cisjordania ocupada. Más de 200.000 palestinos viven en Hebron, pero la presencia de colonos israelíes ultranacionalistas alrededor del mercado principal ha tenido como efecto la clausura de la vida local en su centro mientras los puestos de control del ejército cortan el área.

“Es tan absurdo estar en esta competencia… y todos son super amables, todo es sobre música y se aman mutuamente” dice Tryggvi Haraldsson en su hotel en Tel Aviv. “Y estar en aquella burbuja un día después de haber atestiguado el apartheid en acción a sólo una hora de viaje es una contradicción de la que queremos estar precavidos”.

Aún Hatari ha sufrido también la presión de los palestinos, en particular del movimiento BDS (Boycot, Desinversión y Sanciones), que pretende que no sólo los empresarios quiten apoyo a la competencia, sino que los artistas desistan de participar, aún aquellos que critican las políticas de Israel.

Uno de los fundadores de la campaña dijo que apreciaba los gestos de solidaridad pero que Hatari estaba yendo contra sus principios al tocar en Eurovision.

Tryggvi Haraldsson dice que apoya cualquier movimiento no violento que haga campaña por los derechos de los palestinos, incluido el BDS, “aún cuando, obvia y paradójicamente, nuestro enfoque es muy diferente”.  De otro modo, dice “estaríamos desperdiciando una oportunidad para una discusión crítica”, ya que Islandia siempre ha de enviar un grupo.

La gran pregunta es si Hatari usará el escenario de Eurovision para protestar en frente de millones de televidentes en todo el mundo en las semifinales del martes. En los ensayos la banda tocó con bailarines de apoyo enfrente de un cartel de engranajes gigante, que algunos pensaron que parecía una granada. Es el logo de Relentless Scam Inc, la compañía que vende su agua gasificada SodaDream. No debe confundirse con el producto israelí SodaStream, advierten con el más leve indicio de una sonrisa, usado para operar una fábrica en un asentamiento.

“Usamos una plataforma para sostener una cierta agenda” –dice Tryggvi Haraldsson. “No tiene por qué ser una plataforma física”.

Cuando la competencia hiberne por otro año, Hatari está determinado a no ser una maravilla de Eurovisión, y planea lanzar un album en septiembre. ¿Pero tienen otras ambiciones? Tryggvi Haraldsson responde en monotonía: “Tocar en países donde actualmente no se esté perpetrando una ocupación ilegal”.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *