El bandido
En su camino a robar un banco se detuvo para observar un incendio,
aunque las multitudes se apretaban fila contra fila él empujó hasta un pasaje cercano,
entonces de repente escuchó, agudo y salvaje, el llanto de un niño.
El era un enemigo público, un odiador de la ley,
miró alrededor por valentía y sólo vio temor:
entonces para sorpresa de las multitudes cobardes se sumergió en las llamas.
¡Qué angustiosa la espera del hechizo de horror y dolor!
Entonces, entonces desde el feroz infierno él se tambaleó hacia adelante:
el bebé estaba salvado, envuelto en mantas, él hombre en llamas lo portaba.
Su registro era maligno, de violencia y pecado, nunca había hecho un bien en la tierra,
aún así, ¡debió ganarse el Cielo!
El, un delincuente… ¿no es extraño?, con las agallas de Dios.
traducción: Hugo Müller