Dos esposos
Impenitentes, lamento decirlo, dos hombres buenos estaban parados junto a la puerta del cielo, San Pedro vino a recibirlos. Detuvo al guardián de las llaves diciendo:
“¿Qué suplicantes son éstos que no me esperan arrodillados? Para obtener mi aprobación celestial un hombre debería estar acostumbrado a rezar, o sufrir de alguna lastimosa manera«.
“Oh, yo he sufrido» lloró el primero.
«De esposa tuve a la más pervertida, que hizo de mi vida una maldita plaga.
Tal martirio ninguna lengua podría contarlo.
En nombre de la misericordia no está bien condenarme a otro infierno”.
San Pedro dijo: “Comprendo, pero las tribulaciones tienen su fin.
La puerta está abierta, vé, amigo”.
Entonces dijo el segundo: “¿Y yo? Merezco pasar más que él,
Porque me he casado dos veces, verás”.
San Pedro lo miró un rato, y luego respondió con una sonrisa:
“Archivaré tu solicitud. Aún dos veces en doble yugo fuiste conducido…
Si hasta a los pecadores con nuestros santos influimos,
no admitimos imbéciles en el cielo”.
traducción: Hugo Müller