Romance de oficina de correo

La dama en la casilla de la esquina me vendió una estampilla,

me incliné para lamerla y pegarla en el sobre,

una solterona carente de gracia juvenil, aunque dulcemente sensible,

su rostro parecía una estrella en aquel lugar aburrido.
Yo dije: “He venido sobre el mar para preguntarle si se casaría conmigo,

eso es decir, si usted está libre”.

Veo sus gentiles rasgos congelarse, ‘no me gustan bromas como ésta’,

quiere decir… Tenga paciencia, por favor.

La vi hace veinte años, justo aquí me vendió estampillas y oh,

su imagen parece acecharme tanto.

Porque usted era amorosa como una rosa,

pero yo era pobre, y supongo que ante mí habrá inclinado su delicada nariz.
Ah, bien supe que no podía haber amor, entonces busqué mi fortuna sobre el mar,

estimando que usted estaba perdida para mí.

Yo era compañero de los barcos navegantes, desde puertos orientales para surcar el mar…

Diez años pasaron de cielo extranjero.
Pero siempre en la noche estrellada seguí mi rumbo con usted en mente,

mi sueño de usted era la luz de faro. Entonces, pasada una década vengo nuevamente:

‘¿Por suerte estará ella libre para casarse?’, dije.
Oh, era una mañana de primavera, y tenía en mi bolso un anillo que compré viajando por Oriente,

pensando en usted y sólo en usted, porque yo era leal a mi sueño de amor…

Y aquí estaba usted, sus ojos tristes.

El mismo sol brillando en su frente, lustrado su pelo como lo tiene ahora,

mi corazón se detuvo quieto, lo juro.
Compré una estampilla, mis ojos estaban inclinados hacia el anillo que llevaba,

me fui como si me fuera indiferente.

Nuevamente navegué detrás del mastil, y aún su imagen se apoderó rápido de mí,

y otra vez pasaron diez años. Y estoy bronceado con galones de oro,

llevo ahora el rango de capitán, y cuento con cincuenta años completos.
Aún tengo aquel anillo de rubí que compré para usted la mañana de primavera,

vea, aquí está, una cosa preciosa…

Pero ahora no lleva nada sobre su dedo, ¿por qué?

No lo sé, pero mientras permanezco estoy pensando:
Oh, qué puedo traerle.
Yo, que toda la vida he surcado el océano, un hombre solitario con una devoción, ¿sólo usted?

Ah, si tomara noción de intentar la cosa que debería usar, quedaría tan bien.

Déjelo allí. Y aquí una nota dirigida a usted.

Ah sí, somos dos extraños usted y yo, pero bueno,

por favor conteste pronto… ¡Adiós!
* * * * * * * * * *
Oh no, ya no verán más sus estampillas a la venta en la casilla Tres:

reina de mi hogar, está sirviendo el té.

 

traducción: Hugo Müller

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