La rima del hombre de la remesa
Hay un macho cabrío de cuatro cuernos balanceándose en la sombra de mi cabaña,
y vagó por el valle de terciopelo hasta hoy,
aunque lo rastreé junto al río, y lo rastreé en el refugio,
y lo maté en la montaña millas atrás.
Ahora tuve mi cena perezosa, y el equilibrado sol
está brillando sobre el agua donde juega el salmón plateado,
y enciendo mi pequeña pipa de cuerno
y permanezco soñando suavemente en el crepúsculo de una tierra que está muy lejos.
Muy lejos, tan borrosa y lejana, está ardiendo Londres, enfebrecida Paris,
que fantaseo que he ganado otra estrella, lejos la refriega y el apuro,
bien lejos el pecado y la preocupación, bien lejos…
aunque Dios sabe que no pueden estar demasiado lejos.
Dorada galera de esclavos de Mammón,
¡cómo se burlan de mí mis hermanos orgullosos de la cartera!
Yo pude ser tan bueno para hacer como ellos
si hubiese agarrado las oportunidades como ellos,
aprendido su saber, aplastado mis fantasías,
matar de hambre a mi alma y salir a hacer negocios cada día.
Bueno, los recodos de cereza están floreciendo y el vívido césped está brotando,
y los nidos estrellados de lirios en el verde,
y las ranas están cantando sus alegrías, y mi corazón está sonando en sintonía,
y no importa lo que haya podido ser.
Mientras encima del perfumado y penumbroso pino,
apilando alturas de gloria dorada, el dios-sol pinta su cuadro en el oeste,
puedo acostarme en lo profundo del trébol,
puedo escuchar la historia del agua agitándose, o en un remanso, es mejor.
Mientras la trucha salta en el río, y el urogallo azul inquieta el refugio,
y la nieve congelada traiciona la pisada de la pantera,
y el petirrojo saluda el día primaveral con el frenesí de un amante
soy feliz, y nunca más regresaré.
Porque sé que he estado esperando por la vieja y pequeña cabaña de troncos,
con la gloria matutina llamando a la puerta,
hasta que maldije los lugares urbanos, maldije el cuidado sobre todos los rostros,
le dí la espalda a la enferma Londres para siempre, y me escribieron un fracaso,
pusieron un poco en mi bolso y me dejaron libre.
Dicen: «Evitó la oferta de la Fortuna para seguir un pálido señuelo,
ya no es más uno de nosotros, dejémoslo ser”.
Ya no soy más uno de ustedes, por las pisadas mis pies se han roto,
los vertiginosos picos que escalé, las fogatas que encendí,
por los solitarios mares que navegué, sí, la palabra final se ha dicho,
estoy afirmado y sellado a la naturaleza. Que sea así.
traducción: Hugo Müller