El ciego y la muerta
Se acuesta como una santa sobre su colchón de cobre,
ella descansa como un ángel dormido,
ante la mirada de la gente macabra que se desliza junto a los muertos y escapa.
Entonces vino el viejo Jules de mirada ciega, que rogaba en las calles por pan.
Cada día vino durante un año buscando a tientas su camino a la muerta.
«¿Cuál es hoy la cosecha del Diablo?» gritaba, “¡una ramera de ojos azules!
He conocido tantas como esa” suspiró. “Tal vez conozca a ésta… ¡mi Dios!»
Levantó la cabeza de la muerta sorda, toco con sus dedos la cabeza congelada…
Luego un hechizo mortal cayó sobre quienes observaban, ¡Dios, estaba quieto aquel lugar!
Levantó la cabeza de la muerta descuidada, tanteó un rizo vagabundo,
y luego con sonrisa ciega dijo: “Es sólo mi pequeña chica”.
«Querida, mi querida, ¡te hicieron tanto daño!
Ven al corazón de papito…” Sí, y la estrechaba tan fuerte, saben,
era díficil forzarlo a separarse.
¡No! Paris no es siempre divertido, y la morgue tiene sus historias también:
eres un escritor de historias, dicen, entonces aquí hay una historia para ti.
traducción: Hugo Müller