Canción de luna
Un niño miraba en los cielos matutinos la luna de aspecto disipado,
y abría amplios sus grandes ojos azules, y gritaba: “¡Míren, míren mi globo perdido!»
y sus manos rosadas aplaudían con alegría: “¡Rápido, madre! Traémelo de vuelta».
Un poeta en un estanque de lirios divisaba los encantos reflejados de la luna,
y deslumbrado por aquella belleza rubia saltó para aferrarla en sus brazos.
Y como nunca aprendió a nadar, ¡pobre tonto!, ese fue su final.
Un rústico vislumbró entre los árboles a la luna como un farol entrampado.
«Dicen que pudo haber sido hecha de queso” dijo Giles, “y que un tipo espera allí…
Aquella cerveza Blue Boar es fuerte, lo juro, el tipo está parpadeando ahora”.
Dos amantes observaron a la nueva luna abarcando a la vieja luna en su abrazo.
Ella dijo: “Ahí está madre, pálida y vieja, y yendo cerca de su lugar de descanso”.
El dijo: “Sé mía, y cásate conmigo”.
Ella contempló hacia la elevada luna… ella sacudió su cabeza.
Un soldado vio con ojos desfallecientes a la luna borroneada como una bola de sangre,
y pensó cómo en otros cielos, tan perlada y brillante en la hoja y el capullo como la paz,
¡sus suaves rayos blancos habían permanecido como la paz! Cerró sus ojos nuevamente.
Niño, amante, poeta, soldado, payaso, ah sí, vieja Luna, ¡qué cosas has visto!
Me maravillo ahora, mientras miras hacia abajo, ¿cómo tu rostro puede ser tan sereno?
Y tranquila aún harás tu ronda, vieja Luna, cuando estemos bajo tierra.
traducción: Hugo Müller