Navidad blanca

Mis parientes piensan que soy una sirvienta cada vez que visito casa,

no sueñan que ejerzo un comercio tan viejo como Grecia o Roma,

porque si descubrieran que fallé en su nombre y no era blanca como la nieve,

estoy segura de que se morirían de vergüenza… Por favor, Dios, ellos nunca sabrán.

Limpio la pintura de mi rostro, me visto en sobrio negro,

no dejo rastro de coquetería para darles una vaga incomodidad,

y aunque me cause una punzada realizar tales trucos lamentables

alrededor de mi cuello cuelgo dócilmente un crucifijo de plata.
Y así con paso humilde ando de nuevo como una niña,

para saludar a sus velas brillantes de Navidad, un alma sin una mancha,

tan bien hago mi parte contrita que creo

no hay una mancha dentro de mi corazón en la noche sagrada de Navidad.

Somos investidos de una doble naturaleza, y somos lo que sentimos,

una santa un día, una pecadora al siguiente, una luz roja o una estrella,

una prostituta o prosélita, y en cada parte sincera:

así me volvía una vestal blanca una semana de cada año.

Por esto digo sin objeciones que desde la misteriosa tradición de la vida

cada mujer virtuosa tiene en ella una tintura de prostituta,
mientras cada arpía de la noche, como he aprendido demasiado bien,

tiene en su corazón una luz del cielo para rescatarse del infierno.
Así me iré a casa y barreré y limpiaré el polvo, y haré el fuego de la cocina,

y seré un modelo para las hijas, sólo lo mejor que ellas pudieran desear,

las cuidaré y cocinaré su comida, y a su madre querida dirán:

“¡Gracias, Dios! Mi querida es tan buena como cuando se fue”.

Pero luego del día de Año Nuevo llenaré mi valija y aunque lo lamenten,

les diré adiós a ambos hasta otra noche de Navidad, y entonces… Un golpe en la puerta:

Los encontraré esperando allí, y como un ángel iré una vez más en respuesta a sus rezos.
¡Entonces sí! Una noche cuando la luz de la vela brille mística sobre la nieve,

y la música se hinche de campanas de Navidad vendré para ya no volver:

mis viejos parientes necesitan mi amor y cuidado, su oro dorará mi escoria,

y aún más mi pecho cargará mi pequeña cruz de plata.

 

traducción: Hugo Müller

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