Gatito perdido
Vi dos hombres salir retrocediendo de un bar y tambalearse por la calle,
toscos y groseros como son los trabajadores, caminaron con pies tembleques.
Los observé, pensando tristemente mientrás oía sus botas tintinear,
la única diversión que tiene un trabajador es hundirse en la bebida.
Un gato sobre una pared, flaco, extraviado y hambriento,
se veía tan penosamente pequeño, un pelusa gris plateada.
Uno de los hombres se paró, era un tipo amable,
porque con su enorme y callosa mano lo acarició tiernamente.
Con anhelante esperanza el gato lo miró, y arqueó su columna peluda,
lamió su mano tan adusta y sucia, y débilmente intentó ronronear.
Y entonces trepó a su pecho, y a su borracha alegría,
vino a descansar a su espalda, más contento no podía estar.
El otro tipo bromeó e hizo una finta para derribarlo,
pero cuando se encogió con súbito temor vi al primero fruncir el ceño,
y luego lo oí gritar groseramente: “Ten cuidado con lo que haces,
sólo lastímale un pelo y retorceré mi cuchillo en ti”.
Entonces se pararon allí como brutos en la bahía,
su sangre al calor de la pelea, y gruñéndose el uno al otro se fueron oscilando calle abajo.
Dejando al gatito solo sobre su lecho de piedra, me lo llevé a casa.
traducción: Hugo Müller