Coleccionista de estampillas
Mi riqueza terrenal la atesoro en tres álbumes,
mi colección viva de raras estampillas postales,
mi cuarto es frío y desnudo como pueden ver,
mi saco es viejo y estropeado como el de un vagabundo,
y aún son más para mí que balances en bancos,
mis tres álbumes valen un millón de francos.
Los guardo en aquella caja junto a mi cama,
oara que quien duerma con esos tesoros los pueda sostener,
pero cada día los saco y esparzo cada página
para relamerme como un miserable sobre su oro:
más queridos para mí de lo que podría ser un hijo o esposa,
los defendería con mi misma vida.
Son mi misma vida, porque cada noche estudio y estudio mis catálogos,
reconozco las piezas raras con deleite, no leo otra cosa que ciecia filatélica,
y cuando compró algún especimen de opción
en todo el mundo no hay nadie más satisfecho que yo.
Vean mi gema, mi negro penique británico,
para pagar su precio padecí hambre durante un año,
y muchas noches me faltaba la cena
pero cuando lo compré, ¡oh, qué radiante alegría!
Hitler comenzó la guerra aquel día,
no me importó en la medida que no afectara mi colección.
Vean, mi Cabo de Buena Esperanza triangular,
para comprarlo tuve que vender mi auto.
Ahora busco a tientas en mi bolsillo algunos centavos
para pagar mi omnibus cuando el hogar está lejos,
y tengo frío, hambre y me duelen los pies,
en apuro por agregar alguna belleza a mi provisión.
Aquel día, ah, qué alegría tuve cuando en la tienda deslucida del comerciante
encontré este franco vermellón, 1849…
¡Cuán dolorosamente comenzó a palpitar mi corazón!
(Es débil, dicen ellos), pagué el modesto precio y trémulo desaparecí en un santiamén.
Pero oh, mi sueño es que algún día de días pueda descubrir un Mauricio azul
asomando entre los contenedores de sellos de los muelles, ¡quién sabe!
Dicen que no hay más de dos, si hubiera un tercero debería espiar, pienso,
¡Dios me ayude! Debería desmayarme y morir…
Pobre señor, está frío y muerto, uno de aquellos maniáticos coleccionistas de estampillas.
Su buhardilla no tiene ni un pan de corteza,
pero sí álbumes que valen un millón de francos.
Gastaría en ellos su ingreso, conducido por el frenesí filatélico,
qué ganó al final… No puedes llevarte las estampillas al Cielo.
traducción: Hugo Müller