Ucrania, modelo de democracia yanqui en Europa
El próximo 31 de marzo se realizarán elecciones presidenciales en Ucrania, comicios donde los distintos candidatos del régimen surgido del golpe de Estado del Maidán de 2014 pugnan por apoderarse de los resortes políticos para proseguir su loca carrera de expolio y latrocinio que ha dejado al país arruinado y en guerra civil, bien al estilo macrista o guaidiano. En efecto, pareciera que para poder anotarse como candidato en la ex república soviética hay que tener un currículum pródigo en negociados turbios, saqueos y extorsiones, además de tener sólidos contactos con la mafia ucraniana y el gobierno de los Estados Unidos, que se han amalgamado perfectamente para generar un desastre económico y social sin parangón. Líderes que son engendrados en los laboratorios de la CIA o mamarrachescos personajes que adoran el “american way of life” y festejan la presencia en la Casa Blanca de un cochino similar a ellos.
Por supuesto, el primero en postularse es el actual presidente, el chocolatero Petró Poroshenko, envuelto en miles de casos de corrupción que le han valido una gran impopularidad, llegando a admitir incluso en privado que no tiene chances de ganar excepto concrete el fraude que le propuso Trump en su última reunión. Por ahora las encuestas las encabeza Yulia Timoshenko, dirigente de la “revolución naranja”, que no es otra cosa que la injerencia y el golpismo yanqui manipulando las redes sociales para que miles de ucranianos se reúnan en una plaza creyendo que de eso se trata la democracia, y que son ciudadanos “emporedados”. Ya esta mujer, al igual que “Poro”, demostró ser una vulgar ladrona de guante blanco, siendo imputada por la malversación de fondos de la empresa ucraniana de gas. A ella la sigue Yuri Boyko, ex ministro del destituido Yanukóvich y viejo enemigo de Aleksandr Turchínov, uno de los primeros golpistas de 2014. Ya con menos posibilidades aparecen Andrei Sadovyi, alcalde de Lviv (una de las ciudades donde más arraigo tiene el nazismo ucraniano) y dirigente del partido Samopomich (Autoayuda), que se define como democristiano; o Valentýn Nalyváichenko, quien tras el golpe de Estado fue nombrado jefe del SBU, los servicios secretos ucranianos, compuestos por reconocidos nazis y parapoliciales a la orden del imperio yanqui para joderle la vida a Rusia.
Actualmente, las garantías constitucionales son inexistentes: el Comité Electoral Central dirigido por el presidente prohibió, al mejor estilo brasileño, la candidatura de Petró Simonenko, secretario general del Partido Comunista de Ucrania, quien tiene una visión claramente antiyanqui y prorrusa del mundo.
Es que el golpe de 2014, al igual que los perpetrados en América Latina contra Lugo, Dilma Rousseff o Mel Zelaya, fue organizado, apoyado y financiado por Estados Unidos y sus aliados, que entrenaron militarmente a mercenarios en campos polacos durante las semanas previas al derrocamiento de Yanukóvich. El Parlamento golpista expulsó después a los treinta y dos diputados comunistas que habían sido elegidos en comicios anteriores, y el Ministerio de Justicia y los tribunales administrativos prohibieron la actividad del Partido Comunista de Ucrania. Tampoco ha avanzado la investigación de la espantosa matanza de los sindicatos de Odessa, donde los matones del Maidán quemaron vivas a cuarenta y dos personas: a algunas, los asesinos les reventaron la cabeza mientras gritaban vivas a Ucrania (Polo, 2019, Rebelion.org).
El gobierno de Poroshenko guarda escalofriantes similitudes con el argentino de Macri: el chocolatero ha ofrecido la apertura de bases militares y navales a los yanquis, sus niveles de saqueo al Estado han convertido a Ucrania en uno de los países más pobres de Europa. El gobierno ucraniano es protagonista de un escandaloso régimen de corrupción, nepotismo y expolio de los bienes públicos, continúa imponiendo una dura represión contra los comunistas y la izquierda, y se niega al cumplimiento de los acuerdos de Minsk para poner fin a la guerra en el Donbás, mientras bombardea el territorio, enviando escuadrones de la muerte como el que asesinó al dirigente de Donbás, Aleksandr Zajárchenko, y dando cobertura al despliegue militar de Estados Unidos y la OTAN en el Mar Negro, con las peligrosas consecuencias que ello puede acarrear para el mantenimiento de la paz en esa región y en el mundo entero.
Seguramente, a estas elecciones nadie les dará importancia, con los grandes medios de comunicación occidentales con todos sus sentidos puestos en la asediada Venezuela, ansiando asquerosamente el derrocamiento de Nicolás Maduro. Desde Maldita Realidad ya les avisamos, hay Maduro hasta 2025, y sus bravatas y amenazas quedarán en la nada apenas sientan el fuego sagrado de las Fuerzas Armadas Bolivarianas.