Perfección
Si pudiera practicar lo que predico de los colegas pocos serían más finos,
si fuera sincero con lo que enseño mi vida sería mucho más divina.
Si actuara del modo en el que hablo debería ser el ganador de un halo:
el espíritu ordena, la carne es débil, soy sólo un simple pecador.
Ando perdido seis días, al número siete intento ser un poco mejor,
y arriesgo un pequeño reclamo al Cielo aferrándome cerca de la letra del Evangelio,
ocupo mi banco de iglesia el domingo, y aunque trazo la línea al roncar
debo admitir que duro hasta el lunes y encuentro aburrido el sermón.
Aunque caiga de la gracia de dios porque cada acto mío está cargado de pecado
sería mejor no predicar del todo, entonces no tendría necesidad de practicar.
Así el día sábado me escabulliré y aunque la Iglesia lamente mi defección
en la tierra boscosa y soleada rezaré: “¡Dios nos salve de la Perfección!”
traducción: Hugo Müller