Nuestro pan diario
«Dame mi pan diario”.
Parece tan extraño cuando todo está hecho y dicho,
este ruego a Dios.
Lo que habría que hacer es rogar por torta,
porque el pan, me parece, es sólo nuestro deber.
«Dame mi trabajo diario» debería decir,
(si en el maldito rollo de la vida tuvierta tiempo para rezar).
Dame mi diario sudor, el dolor de mi cuerpo,
así el pan que obtendré me permitirá seguir trabajando por más.
«Dame mi diario aliento», en la mitad de un sollozo,
hasta que la muerte intemporal concluya mi trabajo.
Una corteza por mi premio, grito en espanto:
«¡Garantízame, oh Señor, mi pan diario!»
traducción: Hugo Müller